miércoles, 26 de octubre de 2016

Ecos de Medio Oriente: Palestino, más que un club

Toufic Ali es el arquero titular de la selección de Palestina y me cuenta desde Cisjordania, una de las regiones del Estado (aún no reconocido como tal por la comunidad internacional): “Todo el pueblo palestino y todas las noticias aquí siguen de cerca lo que ocurre con Palestino, en el país y en el extranjero. Cuando el equipo gana se nota la alegría en el rostro de la población palestina. Palestino es un gran equipo y es el mejor embajador de Palestina. Les deseo lo mejor y espero que puedan lograr títulos”.
  
La periodista Nelly Ismael Elmasry, nacida, criada y residente en la Franja de Gaza, una de las zonas palestinas más castigadas, agrega: “El interés por Palestino está aumentando a través de los medios de comunicación, que tienen un rol preponderante para facilitar el acceso a la información del equipo y de los jugadores. Los usuarios publican fotos del club con alguna leyenda e incluso hay quienes estampan el logo de Palestino en remeras y las reparten en algunos eventos específicos que se hacen aquí. El pueblo palestino en Gaza y Cisjordania conoce muy bien al equipo y siempre demuestra su apoyo”.      

Dos testimonios alcanzan para dimensionar el alcance que va a tener el partido que mañana disputarán San Lorenzo y Palestino, por los cuartos de final de la Copa Sudamericana. La ida se jugará en el Nuevo Gasómetro, pero repercutirá en Chile, por supuesto, y mucho más allá: a unos 13 mil kilómetros de distancia, en el corazón de Medio Oriente, los palestinos se despertarán al día siguiente para saber cómo le fue a lo que consideran la segunda selección de su patria.

El chileno Carlos Medina, hincha de Palestino y encargado de la investigación histórica del proyecto documental 4 Colores, que indaga el nexo entre el Club Deportivo Palestino y Palestina, aporta un dato revelador: la fecha de fundación de Palestino no fue el 20 de agosto de 1920 –como se afirma generalmente- sino el 25 de marzo de 1916, en Santiago. La diferencia, según aclara Medina, es que en 1916 se creó el Club Sportivo Palestina, que apuntaba a los deportes en general, y en 1920 se estableció la rama de futbol, en aquel momento bajo el nombre de Palestina Football Club.  

En Chile habita la mayor comunidad palestina fuera del mundo árabe –los primeros inmigrantes llegaron poco después de 1885-, por lo que Palestino nació como un medio para fortalecer la identidad a través del impulso de palestinos nativos y otros chilenos con ascendencia. Medina añade una hipótesis que reforzaría aún más el sentido de pertenencia: la primera camiseta de Palestino habría tomado los colores y el diseño de la del Saint George School, el primer equipo palestino, fundado en 1908, con el rojo y el blanco distribuidos verticalmente, al estilo Newell´s.

Después de mucho esfuerzo, Palestino debutó en Primera en 1953 y terminó la temporada en el segundo puesto. Hasta dos años antes sólo admitía en su equipo a jugadores con raíces árabes. En 1955 y 1978 ganó sus únicos títulos en la máxima categoría. En el primero hubo una presencia argentina destacada, la del delantero Roberto Coll, “el más brillante de aquel campeonato”, tal como lo describió el periodista  Edgardo Marín en el libro Historia total del fútbol chileno 1895-1995. En 1978 sobresalieron Elías Figueroa, a quien muchos valoran como el mejor futbolista chileno de la historia, y Oscar Fabbiani, el tío del Ogro, uno de los goleadores históricos de Palestino.

Más cerca en el tiempo, en enero de 2014, el presidente de Ñublense, Patrick Kiblisky Fried, denunció a Palestino por utilizar la imagen de un mapa de la Palestina histórica (antes de la instauración del Estado de Israel, en 1948) en lugar del número 1. Le dieron la razón y el conjunto árabe tuvo que cambiar la indumentaria. Lo que no lograron deteriorar fue el éxito de ventas en las tiendas deportivas, no sólo en Chile sino en el extranjero. Lo curioso es que en 2002, el arquero argentino Leonardo Cauteruchi usó por primera vez el mapa en su buzo y no hubo problemas.

A mediados de 2014, Pablo Guede llegó a Palestino. En la primera reunión con el presidente, Fernando Aguad, no hablaron de fútbol sino que el eje de la conversación fue lo que pasaba en Palestina. “Él aprovechó muy bien la mística de la causa palestina y se la metió en la cabeza a los jugadores, que no estaban jugando sólo por los hinchas sino por todo un pueblo a 13 mil kilómetros de distancia. Eso les gustó a todos. Guede fue muy astuto al percibirlo”, me dice Medina.

Guede era un completo desconocido y tenía la difícil misión de conducir un plantel joven y con uno de los presupuestos más bajos de la Primera de Chile. Sin embargo, seis meses le bastaron para clasificarlo a la Copa Libertadores después de 36 años gracias a un fútbol vistoso, ofensivo, de presión constante y máxima efectividad. Dos días antes del partido contra Santiago Wanderers, previo a la segunda final de la Liguilla Pre-Libertadores que terminaría clasificando a Palestino, Aguad le envió a Guede una carta firmada por Mahmoud Abbas, el presidente de Palestina, quien le deseaba suerte a su equipo: “La leí y era para emocionarse. Luego se la leí a los futbolistas y quedaron todos conmovidos porque cuando uno juega al fútbol, con la televisión, vive un poquito en un mundo de yupi, y eso es como que te hace poner los pies en la tierra. Fue un momento muy conmovedor”, relató Guede en un adelanto de 4 Colores.

El paso de Guede por Palestino es recordado con mucho cariño y su figura goza de gran popularidad. “Me gustaría ir a Palestina con toda la familia para conocer a toda esa gente que disfruta con lo nuestro, que es fútbol. Poder darle una alegría a esa gente que sufre solamente por un juego para mí es como tocar el cielo con las manos”, declaró el argentino en 4 Colores.

El plantel actual de Palestino, conducido por Nicolás Córdova, un entrenador con muy buena proyección que hizo el curso en Italia, carga la ilusión de millones de hinchas, acá y allá. Tiene cuatro argentinos: el defensor Ezequiel Luna, los volantes Agustín Farías y Franco Mazurek, y el centrodelantero Leandro Benegas. Incluso hay un futbolista palestino, Shadi Shaban. La figura –si es que hay una figura que no sea el equipo- es Leonardo Valencia, el 10, clave en la eliminación a Flamengo –que festejó hondeando una bandera de Palestina- y convocado por Juan Antonio Pizzi. De cerca le siguen el mediocampista Diego Torres y el arquero Darío Melo. En el campeonato local, Palestino está sexto.

Entre Palestina y Palestino se escribe esta historia, en la cúspide de una distancia que no es tal. San Lorenzo, uno de los grandes de la Argentina, enfrentará a 11 jugadores que darán la cara por millones.

Artículo publicado en la columna de Camilo Francka en TyC Sports, en Blanco y Negro.

lunes, 17 de octubre de 2016

Manchester United: la clase de 1992

David Beckham, el niño bonito, de quien pensaron: “Es demasiado lindo para ser futbolista”. Nicky Butt, rudo, agresivo, corría por todos lados. ¿Paul Scholes tenía un motor incorporado a los pulmones? No se notaba que sufría de asma. Ryan Giggs, delgado y con condiciones físicas y técnicas que lo hacían sobresalir. Los carismáticos hermanos Gary y Phil Neville, tan iguales y tan distintos a la vez. Así se los puede ver en el documental The Class of '92 (La Clase de 1992), que refiere al año en que estos seis proyectos que se convertirían en leyendas conquistaron la Copa de la Juventud de la FA.

Lo primero que hizo Alex Ferguson cuando llegó a Manchester United en 1986 fue comprar un mapa de The Cliff, el campo de entrenamiento del club. Estaba convencido que las divisiones inferiores eran el primer eslabón de la cadena de construcción. El problema era que había sólo dos cazatalentos en toda la ciudad de Manchester, por eso intensificó la tarea y en un mes logró triplicar el sistema de captación en el United. Confiesa el escocés: “Durante toda mi carrera como entrenador me enfoqué en los jugadores jóvenes. Creo que la base de un club de fútbol está en los jugadores jóvenes, así que puse a muchos en Primera”.  

Ferguson es el ejemplo cabal de la influencia que puede tener un entrenador hacia una generación de futbolistas, sobre todo en la etapa formativa. Beckham, Butt, Scholes, Giggs y los hermanos Neville hicieron juntos las inferiores y a partir de 1995 llegaron a ser compañeros en Primera. Ferguson confió en ellos cuando fueron transferidos Paul Ince, Mark Hughes y Andréi Kanchelskis, tres pilares. Cuando muchos pedían refuerzos, el entrenador apostó a los valores de las divisiones inferiores y los apuntaló con Eric Cantona, Roy Keane, Steve Bruce y Gary Pallister. Ganaron la Liga y la Copa FA. 

En esa época había una rivalidad visceral con Liverpool, que en los sesenta, setenta y ochenta tuvo un auge no sólo futbolístico sino también cultural. “Lo frustrante al crecer era que ellos tenían un gran equipo”, dice Giggs. “Los odiaba porque jugaban muy bien al fútbol, jugaban como correspondía. Tenían buenos jugadores y un buen sistema”, agrega Phil Neville. Por la cuarta ronda de la Copa FA, en el inicio de la temporada 1998/99, se enfrentaron en Old Trafford. “Ahí comenzó todo”, identifica Gary Neville. Manchester perdía 1-0 y faltaban cinco minutos. Quemando los últimos cartuchos, Ferguson puso al delantero noruego Ole Gunnar Solskjaer. Un tiro libre de Beckham al segundo palo, un cabezazo al medio de Andy Cole y la definición de Dwight Yorke sentenció la igualdad transitoria. Solskjaer, tras un centro al área que quedó boyando, selló el 2-1 final. “Esa situación creó el tono de la temporada. Para mí fue un punto de inflexión”, afirma Giggs.

Manchester continuó a paso firme y llegó al tramo final con posibilidades de ser campeón en todos los frentes. En diez días, tres partidos decisivos.

Última fecha de la Premier League, el 16 de mayo de 1999, ante Tottenham. El abuelo de Beckham era fanático de ese club y en cada Navidad le regalaba el conjunto del equipo londinense, aunque su padre, fervoroso hincha del United, le contagió la pasión por la camiseta roja. Fue Beckham quien señaló la igualdad transitoria antes de que termine el primer tiempo y Cole el autor del gol que valió el título. “Son los momentos especiales por los que sé que mi abuelo me habría insultado y luego se habría alegrado mucho porque yo ganaría una Liga”, asume un Beckham sentimental.
   
El 22 de mayo, la final de la Copa FA frente a Newcastle, en Wembley. Teddy Sheringham y Scholes aseguraron una nueva corona. “Nos divertíamos. Éramos amigos, salíamos y socializábamos juntos. Incluso salíamos en grupo con nuestras novias. Éramos seis jóvenes que disfrutaban de la vida como no te imaginás. Era como un sueño”, comenta Butt.

Quedaba la final de la Liga de Campeones, el 26 de mayo de 1999, en el Camp Nou, ante Bayern Múnich. No podían jugar Keane y Scholes, suspendidos. Ferguson eligió como reemplazante a Butt, quien sería clave en la remontada: “Es un soldado fantástico”. “Si vas a la guerra, llevás a Nicky Butt”, dice Phil Neville.

Ningún equipo inglés había ganado la triple corona en la misma temporada; Manchester podía hacer historia. Los alemanes alcanzaron la ventaja con un tiro libre y en el entretiempo Ferguson les preguntó a sus jugadores qué sentirían si pasaran por al lado del trofeo sin poder agarrarlo, besarlo y levantarlo. En tiempo adicional, Beckham sirvió un tiro de esquina que terminó en Sheringham, quien mandó a la red el 1-1 que forzaría el suplementario. Sin embargo, cuando no quedaba aire, otro córner de Beckham: Sheringham cabeceó en el área chica y Solskjaer la empujó al gol para sellar la conquista más relevante del ciclo triunfal. 

En The Class of '92 se ve la esencia de chicos que crecieron juntos desde los 12 o 13 años y fueron tricampeones en Primera. Histórico no sólo para el fútbol británico sino para el fútbol mundial. Parece un logro inconcebible para los tiempos modernos, donde la inmediatez, el poder del dinero y las urgencias fagocitan los proyectos. Phil Neville revela parte de la receta del éxito: “Nuestra fortaleza radica en que somos hinchas del Manchester United”.     

Artículo publicado en la columna de Camilo Francka en TyC Sports, en Blanco y Negro.

viernes, 16 de septiembre de 2016

Juan Arrillaga, el crack de Quilmes y su insólita exclusión de Uruguay 1930

Es miércoles 25 de junio de 1930. Es de noche y el frío perfora los huesos. En Viamonte 1376 se tejen alianzas y traiciones. El consejo directivo de la Asociación Amateurs Argentina de Football (AAAF) está reunido para definir los 22 futbolistas que representarán al país en la Copa del Mundo de Uruguay. Cada delegado levanta la mano y vota. Habrá vencedores y vencidos. Pero en el medio hay un empate que paraliza a los presentes. Con 21 nombres confirmados, queda un lugar vacante…  

Cuando de niño en su Pergamino natal Juan Gregorio Arrillaga miraba el techo antes de dormirse soñaba con codearse con los cracks de la gran urbe. En el pago chico era popular por sus remates, sus gambetas y sus goles. “Ahí va Arrillaga”, se oían los murmullos al verlo pasar. A los 18 años, un combinado de su ciudad llegó a Buenos Aires para disputar el Campeonato Argentino y se midió ante Capital Federal: su equipo ganó 4-1 y él convirtió el primer gol. Pasaron unos meses, su padre le impidió aceptar ofertas de Rosario y el tiempo quiso que sus diálogos imaginarios con la almohada se hicieran realidad.  

“Dale, Juancito, vamos juntos. Yo me encargo de que te miren a vos también”, le dijo un compañero apellidado Caracciolo, a quien Quilmes lo había tentado con una prueba, en 1927. Ambos fueron observados, a Arrillaga le pidieron que se quedara 15 días más para una segunda evaluación y finalmente lo ficharon. Así, el Cervecero se aseguraba a quien sería uno de los futbolistas más destacados de su historia. Debutó en Primera con un gol a River el 20 de marzo de ese año.

Con 20 años, Arrillaga fue elegido por la revista El Gráfico como la revelación de 1928 y su rostro salió en la tapa de la edición del 23 de febrero de 1929. En enero de 1930, así lo describió la misma publicación: “Arrillaga es uno de nuestros mejores insiders por sus estupendos recursos en el dribbling y dominio de la pelota”.

El investigador quilmeño Gustavo Bellisario hace su aporte sobre Arrillaga: "Le gustaba el dribbling, la gambeta, recibía la pelota del half y empezaba a eludir rivales para después pasársela al wing y de ahí el centro. No era de pisar mucho el área. Tampoco era de pegarle demasiado al arco, por eso capaz no llegó más lejos, aparte de excederse de peso bastante seguido y que no le gustaba entrenar".

En 1930, con el Mundial de Uruguay en el horizonte, Arrillaga no fue considerado en la primera preselección de 33 jugadores que hizo la AAAF y el diario Crítica no tuvo piedad: “¿Arrillaga no sirve? En Quilmes está jugando en gran forma y sin embargo no se lo tiene en cuenta ni para probarlo”. Y agregó: “Se designan jugadores que no han respondido, se busca improvisar, de probar cuando hay que ir a lo seguro, a lo firme. Arrillaga debió ser incluido. Los tres insiders derechos con méritos, condiciones y capacidad para figurar en la Selección eran Fassora, Arrillaga, Rivarola y Scopelli”. 

Varios jugadores de esos 33 renunciaron, no pudieron conseguir permiso en sus trabajos –aún no se había instaurado el profesionalismo- o no cumplieron los requerimientos de la AAAF, por lo que la lista sufrió modificaciones. El 11 de junio, casi un mes antes de que empiece el Mundial, Alberto Lalín, delantero de Independiente, desistió de participar del certamen por una lesión y el consejo directivo designó a Arrillaga como reemplazante. La decisión fue celebrada por Crítica: “Las designaciones de Arrillaga y Luis Monti (sustituyó a Cataldo Spetale) nos parecen sumamente acertadas y las aplaudimos porque son elementos indispensables para nuestro conjunto”.

Arrillaga integró uno de los equipos que jugó un partido de práctica en la cancha de River, el 24 de junio, y el diario La Época lo eligió –junto con Leonardo Sandoval, su compañero en Quilmes- como uno de los mejores hombres de la ofensiva. Todo parecía encaminado para tener un asiento en el vapor a Montevideo.

Aquella noche helada del 25 de junio de 1930 en la AAAF, cuando la selección parecía resuelta, La Época, en su edición del día siguiente, informó que veinte delegados votaron a Arrillaga y otros veinte lo hicieron por Francisco Varallo, un joven de 20 años que jugaba en Gimnasia La Plata. Empate clavado. Se definió en una segunda votación, que se realizó en el mismo momento: Varallo, con 18 adhesiones, le ganó el puesto a Arrillaga, que terminó con 14 y se quedó en la Argentina. Evidentemente hubo ocho abstenciones. Así las cosas, los insiders derechos en el Mundial fueron Varallo y Alejandro Scopelli, de Estudiantes de La Plata.

El conocido subcampeonato en Uruguay quedó en la memoria y el tiempo transcurrió. Arrillaga, “el muchacho de las medias caídas", como le decían por su estilo cansino, plantó bandera en el cielo Cervecero, pasó a River –fue campeón en 1932- y más tarde a Fluminense. “Fue tal vez el jugador más talentoso en la historia de Quilmes. Los pocos hinchas y socios que conocí y que lo vieron jugar siempre lo destacaron por sobre los demás”, me cuenta Patricio Minig, estadígrafo, historiador y secretario de Actas y Documentos de Quilmes.

En enero de 1996, El Gráfico entrevistó a Varallo, quien pese a cierta incongruencia informativa –es cierto que muchas veces se reconstruyen recuerdos que no reflejan lo que realmente ocurrió- relató: “A Montevideo fueron dos equipos, el titular y el suplente. Pero para estar en ese equipo, antes del Mundial, para ganarme un puesto, se llevó la decisión a votación. Y le gané a Rillaga (sic), Zito, Marazzi (sic) y alguien que no me acuerdo. Votaban los dirigentes de la Asociación. Y a uno de Independiente, el de Gimnasia le dijo: ´votame al pibe´. Por ese voto yo le gané a los demás”.

Ese dirigente de Gimnasia era Mario Sureda, también prosecretario de la AAAF y hombre de mucha influencia en el fútbol argentino. Si bien Varallo aventajó a Arrillaga por más de un voto, es un ejemplo que vale para ilustrar que el fútbol y la política, las conveniencias y los partidismos, están entre nosotros desde tiempos inmemoriales. ¿Qué hubiera sido de Arrillaga, considerado uno de los mejores insiders derechos de la época, si asistía al primer Mundial? ¿Y si no iba Varallo, que luego fue el máximo goleador en la historia de Boca hasta la aparición de Martín Palermo?

Artículo publicado en la columna de Camilo Francka en TyC Sports, en Blanco y Negro.

lunes, 29 de agosto de 2016

The Strongest: del fútbol a la trinchera

Las botas negras del orureño José Rosendo Bullaín pisan charcos de sangre y su uniforme militar también se tiñe del rojo que desprenden los heridos de la Guerra del Chaco. Los cadáveres se cuentan de a cientos. Luego serán miles. Tiene a su cargo la Batería 8 de Artillería. Bullaín es delantero, juega en The Strongest y es una de las figuras del futbol boliviano. El 25 de mayo de 1934, mientras corre junto con ocho compañeros para buscar cañones enemigos durante la batalla de Cañada Strongest, se ve sorprendido por la desgracia: una balacera paraguaya lo hiere de muerte. 

Víctor Hugo Estrada Cárdenas es un carismático jugador devenido en capitán, pero no de equipo sino de traje oliva: el 11 de diciembre de 1933 cae prisionero. Luis Emilio Aguirre fallece cuando las fuerzas bolivianas intentan tomar el fortín Boquerón. El delantero y poeta Froilán Pinilla, que en 1936 escribiría el himno de The Strongest, no escapa al sonar de las ametralladoras. El mediocampista Renato Sainz, que en 1930 representó a su país en el Mundial de Uruguay, ahora lo hace en el campo de batalla. 

Bullaín, Estrada, Aguirre, Pinilla y Sainz fueron sólo algunos de los hombres de The Strongest que participaron en la guerra fronteriza del Chaco, protagonizada por Bolivia y Paraguay entre septiembre de 1932 y junio de 1935, recordada como “el más grande conflicto bélico que vivió la región en el siglo XX”, según indica el sitio especializado El Historiador.

En junio de 1932, el presidente de la institución, Víctor Zalles, quien en la Guerra perdería a dos de sus tres hermanos, firma una nota dirigida al Jefe del Estado Mayor General en la que afirma: “(…) Tengo el honor de dirigirme a Usted para llevar a su conocimiento que el Directorio que presido ha resuelto ofrecer todo el contingente de reservistas que militan en el Club The Strongest (…) Juzgo que el ofrecimiento que formulo en nombre de centenares de socios del Club, dispuestos todos ellos al sacrificio de sus vidas en aras de la defensa del hogar patrio, ha de merecer una acogida favorable (…)”. El 16 de noviembre de 1932, el club refuerza la idea a través de una carta: “(…) El Dios de la Guerra ha querido que abandonemos, entre otras cosas, la casa stronguista, para que acudamos a defender la soberanía de nuestra patria. Por eso nos enrolamos complacidos y entusiastas en las filas del ejército, sacrificando todo cuanto teníamos. Uno de esos sacrificios es nuestra ausencia de la institución deportiva más prestigiada de Bolivia: ´The Strongest´ (…)”.

La prédica se cumplió sin vacilar. Jugadores, directivos e hinchas fueron a “defender la soberanía” de la patria. Vale aclarar que no fue el único club que tomó esa determinación, pero sí uno de los más influyentes. Para 1933, The Strongest tenía más de 1500 socios, entre hombres, mujeres, jóvenes y niños. Se estima que al momento de la explosión de la Guerra un pelotón de cerca de 600 socios se unió al Ejército. Más adelante y hasta el cese de las hostilidades se sumaron nuevos combatientes. Todos los stronguistas que se alistaron a la Guerra llevaron el escudo de The Strongest con un soldado que tenía un fusil colgado en la espalda.

Es importante considerar que la gran mayoría de los futbolistas de The Strongest que estuvieron en la Guerra tenían formación militar. Por ejemplo, Estrada, Bullaín –fue Brigadier Mayor- y Aguirre pasaron por el Colegio Militar en su época de estudiantes. Jorge Medrano se define como “un hincha de The Strongest que ama a su club” y me cuenta: “El servicio militar era y es obligatorio. Lo que pasa es que existía un equipo de fútbol que pertenecía a las Fuerzas Armadas denominado ColMil (Colegio Militar) y los jugadores los sacaban de sus gentes y muchos fichaban después para otros clubes como The Strongest. Además, en Bolivia ser futbolista no era para nada rentable, lo hacían más por pasión. Y ser militar en esas épocas era de las profesiones que más seguridad y estabilidad generaba en el país”. 

En mayo de 1934 la batalla de Cañada Strongest significó un hito. Medrano explica con detalles: “Cañada Strongest fue la única victoria boliviana en la Guerra del Chaco y lleva este nombre en honor a todos los dirigentes, jugadores y socios stronguistas que ganaron esta batalla. Esta victoria es importante porque si no se la lograba Paraguay tenía el paso libre para llegar a los departamentos de Tarija, Sucre y Santa Cruz. Cañada Strongest es la única mancha que tiene el general Félix Estigarribia, que era el líder del Ejército paraguayo”. 

Desde Bolivia, The Strongest puso en marcha un mecanismo de solidaridad que tuvo centro en la secretaría del club, que ofició como oficina de correspondencia del soldado para ayudar a prisioneros de guerra y familiares de oficiales y soldados, entre otros propósitos. También se realizaron actividades para juntar fondos que serían utilizados para colaborar con los combatientes bolivianos.

Otro capítulo interesante de esta historia es que el fútbol siempre se mantuvo latente en el teatro de operaciones. Así como hay relatos de partidos entre soldados durante las Guerras Mundiales o en los campos de concentración, en la Guerra del Chaco no fue la excepción. Así lo contó la revista La Semana Gráfica en su edición del 7 de octubre de 1933: "Es así cómo cuando los gloriosos regimientos Lanza 5 de Caballería y 16 de Infantería gozaban de un corto pero merecido descanso en Fortín Saavedra, cuando el Comando Superior del Ejército obsequió a ambas unidades hermosas pelotas de fútbol, para que se distrajeran en sus ratos de ocio (…)”.

Cuando terminó la confrontación bélica, el gobierno boliviano recompensó a The Strongest por la labor de sus miembros: donó tierras para la construcción de un complejo donde ahora funciona la escuela de fútbol Antonio Asbún. Probablemente en el fútbol –y en el deporte- no abunden casos como el de este club, que puso toda su estructura para defender a su país.

Artículo publicado en la columna de Camilo Francka en TyC Sports, en Blanco y Negro.

lunes, 8 de agosto de 2016

Fútbol olímpico: la mancha de Berlín 36

En la historia del fútbol en los Juegos Olímpicos hay un partido que resulta inevitable en el repaso. Fue en Berlín 1936, más precisamente el 8 de agosto. Austria y Perú, los protagonistas de un choque de mil caras. Mitológico. Legendario. Un rompecabezas infinito. Un cubo de Rubik irresoluto.

Como en Alemania estaba vedado el deporte profesional, los países participantes presentaron planteles amateurs, por lo menos los europeos. Conducidos por el legendario Jimmy Hogan, los austriacos debutaron ante Egipto, una selección con tradición, pionera del fútbol africano: jugó el Mundial de 1934 y participó en los Juegos de 1920, 1924 y 1928 (consiguió un histórico cuarto puesto). Con sistema de eliminación directa, Austria ganó 3 a 1 y avanzó a cuartos de final. Perú, por su parte, superó 7-3 a Finlandia.

Los peruanos disfrutaban del brillo de una generación de futbolistas que marcó una época: Alejandro Villanueva, Teodoro Fernández Meyzán (más conocido como Lolo Fernández), el arquero Juan Valdivieso y Adelfo Magallanes, entre otros. El poder ofensivo hizo que a la delantera (Lavalle, Magallanes, Fernández, Villanueva y Morales) se la conociera popularmente como Rodillo Negro, por la tez morena de tres de sus jugadores.

En el estadio del Hertha Berlín, con 12 mil hinchas en las tribunas, Austria se fue al descanso con un cómodo 2 a 0 pero en el complemento Perú logró empatar. En ese tramo del encuentro comenzó a gestarse una polémica que perdura hasta nuestros días. El clima estaba caldeado. “Cuando Perú marcó el segundo gol, poco antes del final, la gresca se repitió en dimensiones que iban en aumento. Una vez más, los espectadores ingresaron al campo y protagonizaron una riña en la que el mediocampista austriaco Krenn terminó lastimado. El partido se completó bajo un enorme revuelo del público y con la apasionada protesta contra los excesos de los invitados”, publicó Reichspost. Otras versiones –difíciles de comprobar- denunciaban que esos intrusos portaban armas y cuchillos. La igualdad en el tiempo reglamentario obligó a definir el ganador en el alargue.

El desenlace no admitió dudas con respecto al merecimiento del resultado. Perú se impuso con holgura: anotó dos goles, que pudieron ser cinco si no hubieran anulado otros tres tantos, y avanzó a semifinales. Al menos eso indicaba el marcador.

El presidente de la Asociación Austriaca de Fútbol, Richard Eberstaller, fue contundente en sus declaraciones posteriores y apuntó a los que consideraba responsables: “Las escenas escandalosas que han acontecido en el día de hoy son inconcebibles para mí (…) Lo que mostraron los sudamericanos nada tuvo que ver con la cultura del juego; fue una gran vergüenza para los ideales Olímpicos”. El 9 de agosto, es decir un día después del partido, los dirigentes austriacos presentaron una queja ante el Comité Olímpico Internacional (COI) por los desmanes ocasionados por el público peruano.

En un informe presentado por el programa televisivo Buenos Días Perú, emitido el 9 de octubre de 2013 por Panamericana Televisión, Iván Dibós, hijo de Eduardo Dibós Dammert, por entonces presidente del Comité Olímpico Peruano y del Comité Nacional del Deporte, mostró la Memoria de 1936 de las dos entidades que presidía su padre. De acuerdo al registro oficial por el que se rigen los peruanos, el lunes 10, a las 8 de la mañana, llegó a la Villa Olímpica un mensajero de la FIFA que portaba una esquela que aparentemente contenía la resolución del COI. Leyendo textual la cita de la Memoria, Dibós dijo: “Como consecuencia del reclamo, el equipo de Perú debería jugar nuevamente el partido esa misma tarde (del 10 de agosto). Se fundamentaban en una imprecisa agresión a un jugador austriaco por un desconocido en la defectuosa actuación del árbitro y en las condiciones no reglamentarias del campo de juego”.

Según un artículo que escribió la periodista peruana María José Fermi, Rosa Valdivieso, hija del arquero Juan Valdivieso, resalta que su padre le decía con frecuencia: “Los austriacos son primos de los alemanes y ellos no podían soportar que a los austriacos les haya ganado un grupo mayormente de morenos. Así que buscaron una excusa para anular el partido”.

Esa no es la única versión que circuló. Siempre siguiendo el relato de Fermi, su colega Teodoro Salazar dialogó en los Juegos de Múnich 1972 con un dirigente europeo que había formado parte del Comité de Apelaciones de Berlín 1936, quien le dijo: “El Comité se reunió y citó a los países involucrados para confrontar a las dos partes. Los dirigentes de Austria acudieron y sustentaron su posición. La delegación peruana nunca apareció. Como no hubo ninguna defensa, el Comité optó por darle la razón a los austriacos”. “Él me comentó que bastaba con una defensa del Perú para que les dieran la razón, pero nadie fue”, agregó Salazar.

Los dichos de Salazar que menciona Fermi destapan una nueva interpretación. El periodista fue más allá: “Existían diversas versiones que explicaban por qué los peruanos nunca llegaron. La que yo pude comprobar fue que no arribaron a tiempo a la citación, porque hubo un desfile nazi en las calles que interrumpió el tráfico y los demoró”. Salazar sustenta su teoría en la confirmación de su amigo Teodoro Prisco Alcalde, integrante de ese plantel: “Me dijo que se habían distraído viendo una parada militar y que, cuando llegaron al local donde se llevaría a cabo la reunión, encontraron la puerta del Comité de Apelaciones cerrada. Luego, me comentó que hubo una orden para que nadie diga nada sobre eso, engañaron incluso al gobierno y todos se colgaron de la excusa de Hitler y la raza”.

Hay una mala costumbre de involucrar a Hitler en todos los acontecimientos ocurridos en esos años, como una figura omnipresente que interviene en todo, que siempre tiene que ver con lo que pasa. Nos faltaron, por supuesto, los que aventuraron que el Führer, austríaco de nacimiento, estuvo en el estadio y fue quien orquestó la maniobra contra Perú. Ambas hipótesis son falsas.  

A sabiendas de que no había razón para volver a disputar el cotejo, los sudamericanos no se presentaron a jugar la repetición del partido y por pedido de Óscar Benavides, presidente del Perú, todos los deportistas del país se retiraron de sus respectivas competencias en solidaridad con el plantel de fútbol. Sin ruborizarse por la ilegitimidad del triunfo virtual, Austria avanzó a semifinales.

El equipo de Hogan superó sin inconvenientes a Polonia y lo despachó con un claro 3 a 1. En la final, disputada ante Italia en el Estadio Olímpico, el fantasma del alargue se hizo presente otra vez. Después del empate 1 a 1 en los 90 minutos, el delantero Annibale Frossi, quien por una miopía que lo aquejaba desde pequeño jugaba con anteojos (sostenidos con una banda elástica alrededor del cuello), le dio la victoria a Italia, que se transformó así en la gran dominadora del fútbol en la década del treinta. Austria atesoró la medalla de plata, que quedó en la historia como la mejor producción que logró el país.

Artículo publicado en la columna de Camilo Francka en TyC Sports, en Blanco y Negro.

miércoles, 3 de agosto de 2016

El infierno de Brian Clough

Imagínese a un entrenador que asume en un club de la B Nacional que se encuentra en los puestos bajos de la tabla y en un lapso de cinco años consigue el ascenso, sale campeón en Primera y llega a semifinales de la Copa Libertadores. A escala europea, Brian Howard Clough lo hizo en el Derby County inglés entre 1967 y 1972. Podrida la relación con el presidente Sam Longson, Clough, con su carácter avasallante y su incontinencia verbal, renunció pensando que su figura fagocitaría a Longson pero se equivocó: los directivos aceptaron la dimisión y se tuvo que ir junto a su amigo y ayudante Peter Taylor. Después de un paso fugaz por Brighton & Hove Albion, Clough fue contratado por Leeds United y allí comenzó su infierno.        

“Ustedes podrán ser todos internacionales y haber ganado todos los honores domésticos con Don Revie (su antecesor). Pero en lo que a mí respecta, lo primero que pueden hacer por mí es tirar sus medallas, sus gorras y todas sus sartenes y ollas en el más grande y maldito tacho de basura que puedan encontrar. Nunca los han ganado limpiamente. Lo han hecho todo con malditas trampas”. Así se presentó Clough ante el plantel del Leeds en 1974. Fue una doble declaración: de principios y de guerra contra sus propios jugadores. El odio era correspondido. 

Cuando Alf Ramsey fue cesado en la selección de Inglaterra, Revie lo sustituyó. Atrás quedaron 13 años de éxito en un Leeds que durante su gestión gobernó el fútbol inglés. Siempre que pudo, Clough, como comentarista televisivo o columnista gráfico, criticó sin piedad el juego brusco, las mañas y el estilo agresivo del Leeds. Clough nunca pudo olvidar el desplante del 27 de enero de 1968, cuando por la tercera ronda de la Copa FA, Derby recibió al Leeds. Aquella tarde, Revie ignoró a Clough cuando éste le dio la bienvenida a la delegación visitante: le dio la mano a Taylor y a otro asistente, Jimmy Gordon, pero no a Brian. 

¿Por qué, entonces, el hombre nacido en Middlesbrough aceptó el ofrecimiento del Leeds? Porque estaba convencido que con él iban a volver a ganar todo pero limpiamente. Clough enfrentó el desafío sin Taylor, su ayudante de siempre, que se quedó en Brighton.         

El plantel del Leeds fue lapidario con Clough desde antes del nombramiento. En primer lugar, Revie sugirió a Johnny Giles, un histórico del equipo, para que lo reemplazara, y tuvo el aval de Billy Bremner, el capitán. Luego, escribió un artículo en el diario Daily Mirror que decía que la de Brian fue una elección tonta de parte de la dirigencia. En un clima de tensión extrema, Clough contragolpeó a la mandíbula: les prohibió a sus futbolistas nombrar a Don Revie y, por ejemplo, apostar al bingo durante las concentraciones, entre otras costumbres aceptadas en el pasado.  

Clough estuvo seis semanas al frente del Leeds. Apenas 44 días en los que registró el peor comienzo de temporada del club en los últimos veinte años. Además, perdió por penales la Charity Shield ante Liverpool, en un partido recordado por una violenta pelea entre Bremner y Kevin Keegan. “Esto no está funcionando”, le espetó el presidente Manny Cussins a Clough tras una reunión privada que mantuvo con los jugadores, quienes le manifestaron su disgusto e incompatibilidad con el director técnico. Finalmente, la junta directiva del Leeds, por unanimidad, echó a Clough.    

Horas después, en los estudios de Yorkshire Television, Clough y Revie compartieron una entrevista. Les salía bilis por los ojos. Al final, Brian le dijo a Don: “Vamos a ver qué es de nosotros dentro de un año. Y dentro de cinco años también”.

En enero de 1975, Clough desembarcó en Nottingham Forest, una humilde institución que militaba en Segunda, y elevó a la enésima potencia lo que había cosechado en Derby Country. En los 18 años de estadía ascendió, salió campeón de la Premier League, ganó cuatro Copa de la Liga, una Charity Shield, una Copa Anglo-Escocesa, dos Copa Full Members, dos Champions League (consecutivas) y una Supercopa de Europa. Revie, mientras tanto, fracasó en Inglaterra y luego se perdió en Emiratos Árabes.  

La sutil pluma del escritor inglés David Peace retrata los 44 días de Clough en Leeds en la estupenda novela “Maldito United” (Contra, 2015).

Artículo publicado en la columna de Camilo Francka en TyC Sports, en Blanco y Negro.

domingo, 17 de julio de 2016

De los Santos, el único futbolista de raza negra que jugó en la Selección

Entre los goles de Lionel Messi, la gloria de Diego Maradona y tantos otros fenómenos, Alejandro Nicolás de los Santos tiene un sitio privilegiado en la historia de nuestro fútbol: es el primer y único jugador de raza negra que jugó en la Selección. 

Sus padres nadaron hasta el cansancio para alcanzar un barco que los liberó de las peores vejaciones que un ser humano puede sufrir. Vivían esclavizados en la actual Angola y era la única manera de huir de las llamas del infierno. Sin saber lo que les depararía el destino, cruzaron el Océano Atlántico y llegaron a la Argentina a fines del Siglo XIX. Esta secuencia que parece sacada de una película está muy bien documentada en el blog Soy del Porvenir. 

De los Santos nació el 17 de mayo de 1902 en Paraná, Entre Ríos. Cuando murieron sus padres, desembarcó en Buenos Aires y se afincó en Boedo junto a sus hermanos. Delantero, comenzó a jugar al fútbol desde muy pequeño en Oriente del Sud y luego dio el salto a San Lorenzo, donde debutó el 22 de mayo de 1921. En el Ciclón disputó ocho partidos oficiales.

En 1922 se produjo un gran quiebre en su carrera cuando pasó a Dock Sud. Esteban Bekerman, periodista, investigador y creador de Entre Tiempos, un espacio porteño dedicado a la historia del fútbol, quien me hizo saber de la existencia de De los Santos, me cuenta: “Dock Sud logró ese año su primer ascenso a Primera con tres goles de De los Santos. Venció en la final a un Liniers que no es el mismo Liniers que el actual, aunque no logró como se piensa también el título de campeón de Intermedia (segunda categoría) de 1921 de la Asociación Argentina, que se lo llevó luego el club Alvear venciendo en una final a la reserva de Huracán".

Le pregunté a Germán Pontnau, historiador de Dock Sud, sobre la huella que dejó De los Santos: “Por supuesto que es un jugador importante en la historia del club y aún hoy se lo recuerda. Cuando llegó a Dock Sud vivió contiguo a la sede y luego, cuando se retiró, fue entrenador del primer equipo en 1939. Hizo una gran campaña y quedó en las puertas del ascenso con un equipo en el que jugaba Juan Carlos Moreno, más adelante integrante de la Máquina de River”.     

El poder goleador de De los Santos le sirvió para ser convocado a la Selección por primera vez el 10 de diciembre de 1922, en un partido que Argentina perdió 1-0 ante Uruguay, en Montevideo. Mientras estaba en Dock Sud representó al país en otros dos cotejos. 

De los Santos escribió su propia revolución en 1925: pasó a El Porvenir y formó una temible dupla ofensiva con Manuel La Chancha Seoane, uno de los grandes goleadores del fútbol argentino en el amateurismo. Con De los Santos y Seoane a la cabeza, El Porvenir terminó en el tercer puesto del campeonato de Primera y hay quienes aseguran que si Seoane no se iba a la gira europea con Boca el club de Gerli hubiera sido campeón. Aquel tercer puesto fue el mejor registro de la institución en sus 100 años de vida. 

El paso de De los Santos por El Porvenir fue el más fructífero de su trayectoria, a tal punto que es el segundo máximo anotador en la historia del club con 80 goles en 139 partidos. Guido Guichenduc, uno de los principales historiadores de El Porvenir, me cuenta por teléfono, desde Salta: “De los Santos es el gran ídolo histórico del club porque participó en cinco temporadas en Primera de las trece que tenemos y fue la máxima figura en esos tiempos. Con esos datos no hay que buscar mucho más en la historia. Por los gloriosos primeros años de la institución, que se fundó en 1915, De los Santos fue el jugador más importante de los mejores años; de eso no cabe la menor duda”. 

Después de participar en un amistoso ante Paraguay, De los Santos fue partícipe del plantel argentino que ganó el Sudamericano (actual Copa América) de 1925, que se desarrolló en Buenos Aires. El atacante de El Porvenir fue titular en el último partido, frente a Brasil, que terminó 2-2 y selló el título. 

Tras un regreso fugaz a Dock Sud, De los Santos volvió a El Porvenir y siguió haciendo goles. En 1930, con el Mundial de Uruguay en el horizonte, se abrió un capítulo para profundizar: ¿tuvo posibilidades reales de viajar a Montevideo? ¿Fue excluido de la Copa del Mundo por discriminación? Guichenduc opina: "De los Santos sufrió muchos actos de discriminación pero en los clubes fue aceptado porque era un jugadorazo. Lo de su ausencia por motivos raciales en el 30 me lo contó su familia pero no hay un hecho que lo certifique, sobre todo por la buena delantera que tenía Argentina en ese Mundial. Igual creo que es algo que puede tener veracidad porque también el país estaba en un momento político (previo al golpe de Estado a Hipólito Yrigoyen) en el que era fácil criticar a alguien por su color de piel”.   

Aníbal López Guerra, también historiador de El Porvenir, me dice mientras conversamos en un bar de Constitución: “Si De los Santos estuvo en el Sudamericano de 1925, ¿por qué no iba a estar en el Mundial de 1930? Lo de la discriminación es una leyenda urbana que circuló durante mucho tiempo pero no encontré evidencias en los diarios de la época. Con respecto a lo que era como jugador, conocí muchos viejos socios del club y De los Santos era Maradona para ellos. Me contaron que una vez El Porvenir le ganó a Racing y Carlos Gardel presenció el encuentro; De los Santos la rompió y Gardel dijo: ´¿quién es el Negro este que nadie lo puede parar?´”.   

Cuando se instauró el profesionalismo en 1931, De los Santos pasó a Huracán, formó una sociedad letal con Herminio Masantonio - máximo goleador en la historia del Globo- y allí se retiró en 1934. Luego fue entrenador, dirigió a Alfredo Di Stéfano, falleció en 1982 y con el tiempo resurgió en las entrañas de El Porvenir. En 2014, por iniciativa de Guichenduc, se le hizo un homenaje en el estadio de El Porvenir con la presencia de familiares del recordado delantero.   

Mientras los años transcurren, De los Santos sostiene una imagen –para muchos invisible- que parece inmune a cualquier objeción. Él fue campeón con la Selección. Por sus características parece inalcanzable.  

Artículo publicado en la columna de Camilo Francka en TyC Sports, en Blanco y Negro.