En la historia del fútbol en los Juegos Olímpicos hay un partido que resulta inevitable en el repaso. Fue en Berlín 1936, más precisamente el 8 de agosto. Austria y Perú, los protagonistas de un choque de mil caras. Mitológico. Legendario. Un rompecabezas infinito. Un cubo de Rubik irresoluto.
Como en Alemania estaba vedado el deporte profesional, los países participantes presentaron planteles amateurs, por lo menos los europeos. Conducidos por el legendario Jimmy Hogan, los austriacos debutaron ante Egipto, una selección con tradición, pionera del fútbol africano: jugó el Mundial de 1934 y participó en los Juegos de 1920, 1924 y 1928 (consiguió un histórico cuarto puesto). Con sistema de eliminación directa, Austria ganó 3 a 1 y avanzó a cuartos de final. Perú, por su parte, superó 7-3 a Finlandia.
Los peruanos disfrutaban del brillo de una generación de futbolistas que marcó una época: Alejandro Villanueva, Teodoro Fernández Meyzán (más conocido como Lolo Fernández), el arquero Juan Valdivieso y Adelfo Magallanes, entre otros. El poder ofensivo hizo que a la delantera (Lavalle, Magallanes, Fernández, Villanueva y Morales) se la conociera popularmente como Rodillo Negro, por la tez morena de tres de sus jugadores.
En el estadio del Hertha Berlín, con 12 mil hinchas en las tribunas, Austria se fue al descanso con un cómodo 2 a 0 pero en el complemento Perú logró empatar. En ese tramo del encuentro comenzó a gestarse una polémica que perdura hasta nuestros días. El clima estaba caldeado. “Cuando Perú marcó el segundo gol, poco antes del final, la gresca se repitió en dimensiones que iban en aumento. Una vez más, los espectadores ingresaron al campo y protagonizaron una riña en la que el mediocampista austriaco Krenn terminó lastimado. El partido se completó bajo un enorme revuelo del público y con la apasionada protesta contra los excesos de los invitados”, publicó Reichspost. Otras versiones –difíciles de comprobar- denunciaban que esos intrusos portaban armas y cuchillos. La igualdad en el tiempo reglamentario obligó a definir el ganador en el alargue.
El desenlace no admitió dudas con respecto al merecimiento del resultado. Perú se impuso con holgura: anotó dos goles, que pudieron ser cinco si no hubieran anulado otros tres tantos, y avanzó a semifinales. Al menos eso indicaba el marcador.
El presidente de la Asociación Austriaca de Fútbol, Richard Eberstaller, fue contundente en sus declaraciones posteriores y apuntó a los que consideraba responsables: “Las escenas escandalosas que han acontecido en el día de hoy son inconcebibles para mí (…) Lo que mostraron los sudamericanos nada tuvo que ver con la cultura del juego; fue una gran vergüenza para los ideales Olímpicos”. El 9 de agosto, es decir un día después del partido, los dirigentes austriacos presentaron una queja ante el Comité Olímpico Internacional (COI) por los desmanes ocasionados por el público peruano.
En un informe presentado por el programa televisivo Buenos Días Perú, emitido el 9 de octubre de 2013 por Panamericana Televisión, Iván Dibós, hijo de Eduardo Dibós Dammert, por entonces presidente del Comité Olímpico Peruano y del Comité Nacional del Deporte, mostró la Memoria de 1936 de las dos entidades que presidía su padre. De acuerdo al registro oficial por el que se rigen los peruanos, el lunes 10, a las 8 de la mañana, llegó a la Villa Olímpica un mensajero de la FIFA que portaba una esquela que aparentemente contenía la resolución del COI. Leyendo textual la cita de la Memoria, Dibós dijo: “Como consecuencia del reclamo, el equipo de Perú debería jugar nuevamente el partido esa misma tarde (del 10 de agosto). Se fundamentaban en una imprecisa agresión a un jugador austriaco por un desconocido en la defectuosa actuación del árbitro y en las condiciones no reglamentarias del campo de juego”.
Según un artículo que escribió la periodista peruana María José Fermi, Rosa Valdivieso, hija del arquero Juan Valdivieso, resalta que su padre le decía con frecuencia: “Los austriacos son primos de los alemanes y ellos no podían soportar que a los austriacos les haya ganado un grupo mayormente de morenos. Así que buscaron una excusa para anular el partido”.
Esa no es la única versión que circuló. Siempre siguiendo el relato de Fermi, su colega Teodoro Salazar dialogó en los Juegos de Múnich 1972 con un dirigente europeo que había formado parte del Comité de Apelaciones de Berlín 1936, quien le dijo: “El Comité se reunió y citó a los países involucrados para confrontar a las dos partes. Los dirigentes de Austria acudieron y sustentaron su posición. La delegación peruana nunca apareció. Como no hubo ninguna defensa, el Comité optó por darle la razón a los austriacos”. “Él me comentó que bastaba con una defensa del Perú para que les dieran la razón, pero nadie fue”, agregó Salazar.
Los dichos de Salazar que menciona Fermi destapan una nueva interpretación. El periodista fue más allá: “Existían diversas versiones que explicaban por qué los peruanos nunca llegaron. La que yo pude comprobar fue que no arribaron a tiempo a la citación, porque hubo un desfile nazi en las calles que interrumpió el tráfico y los demoró”. Salazar sustenta su teoría en la confirmación de su amigo Teodoro Prisco Alcalde, integrante de ese plantel: “Me dijo que se habían distraído viendo una parada militar y que, cuando llegaron al local donde se llevaría a cabo la reunión, encontraron la puerta del Comité de Apelaciones cerrada. Luego, me comentó que hubo una orden para que nadie diga nada sobre eso, engañaron incluso al gobierno y todos se colgaron de la excusa de Hitler y la raza”.
Hay una mala costumbre de involucrar a Hitler en todos los acontecimientos ocurridos en esos años, como una figura omnipresente que interviene en todo, que siempre tiene que ver con lo que pasa. Nos faltaron, por supuesto, los que aventuraron que el Führer, austríaco de nacimiento, estuvo en el estadio y fue quien orquestó la maniobra contra Perú. Ambas hipótesis son falsas.
A sabiendas de que no había razón para volver a disputar el cotejo, los sudamericanos no se presentaron a jugar la repetición del partido y por pedido de Óscar Benavides, presidente del Perú, todos los deportistas del país se retiraron de sus respectivas competencias en solidaridad con el plantel de fútbol. Sin ruborizarse por la ilegitimidad del triunfo virtual, Austria avanzó a semifinales.
El equipo de Hogan superó sin inconvenientes a Polonia y lo despachó con un claro 3 a 1. En la final, disputada ante Italia en el Estadio Olímpico, el fantasma del alargue se hizo presente otra vez. Después del empate 1 a 1 en los 90 minutos, el delantero Annibale Frossi, quien por una miopía que lo aquejaba desde pequeño jugaba con anteojos (sostenidos con una banda elástica alrededor del cuello), le dio la victoria a Italia, que se transformó así en la gran dominadora del fútbol en la década del treinta. Austria atesoró la medalla de plata, que quedó en la historia como la mejor producción que logró el país.
Artículo publicado en la columna de Camilo Francka en TyC Sports, en Blanco y Negro.
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