Entre los goles de Lionel Messi, la gloria de Diego Maradona y tantos otros fenómenos, Alejandro Nicolás de los Santos tiene un sitio privilegiado en la historia de nuestro fútbol: es el primer y único jugador de raza negra que jugó en la Selección.
Sus padres nadaron hasta el cansancio para alcanzar un barco que los liberó de las peores vejaciones que un ser humano puede sufrir. Vivían esclavizados en la actual Angola y era la única manera de huir de las llamas del infierno. Sin saber lo que les depararía el destino, cruzaron el Océano Atlántico y llegaron a la Argentina a fines del Siglo XIX. Esta secuencia que parece sacada de una película está muy bien documentada en el blog Soy del Porvenir.
De los Santos nació el 17 de mayo de 1902 en Paraná, Entre Ríos. Cuando murieron sus padres, desembarcó en Buenos Aires y se afincó en Boedo junto a sus hermanos. Delantero, comenzó a jugar al fútbol desde muy pequeño en Oriente del Sud y luego dio el salto a San Lorenzo, donde debutó el 22 de mayo de 1921. En el Ciclón disputó ocho partidos oficiales.
En 1922 se produjo un gran quiebre en su carrera cuando pasó a Dock Sud. Esteban Bekerman, periodista, investigador y creador de Entre Tiempos, un espacio porteño dedicado a la historia del fútbol, quien me hizo saber de la existencia de De los Santos, me cuenta: “Dock Sud logró ese año su primer ascenso a Primera con tres goles de De los Santos. Venció en la final a un Liniers que no es el mismo Liniers que el actual, aunque no logró como se piensa también el título de campeón de Intermedia (segunda categoría) de 1921 de la Asociación Argentina, que se lo llevó luego el club Alvear venciendo en una final a la reserva de Huracán".
Le pregunté a Germán Pontnau, historiador de Dock Sud, sobre la huella que dejó De los Santos: “Por supuesto que es un jugador importante en la historia del club y aún hoy se lo recuerda. Cuando llegó a Dock Sud vivió contiguo a la sede y luego, cuando se retiró, fue entrenador del primer equipo en 1939. Hizo una gran campaña y quedó en las puertas del ascenso con un equipo en el que jugaba Juan Carlos Moreno, más adelante integrante de la Máquina de River”.
El poder goleador de De los Santos le sirvió para ser convocado a la Selección por primera vez el 10 de diciembre de 1922, en un partido que Argentina perdió 1-0 ante Uruguay, en Montevideo. Mientras estaba en Dock Sud representó al país en otros dos cotejos.
De los Santos escribió su propia revolución en 1925: pasó a El Porvenir y formó una temible dupla ofensiva con Manuel La Chancha Seoane, uno de los grandes goleadores del fútbol argentino en el amateurismo. Con De los Santos y Seoane a la cabeza, El Porvenir terminó en el tercer puesto del campeonato de Primera y hay quienes aseguran que si Seoane no se iba a la gira europea con Boca el club de Gerli hubiera sido campeón. Aquel tercer puesto fue el mejor registro de la institución en sus 100 años de vida.
El paso de De los Santos por El Porvenir fue el más fructífero de su trayectoria, a tal punto que es el segundo máximo anotador en la historia del club con 80 goles en 139 partidos. Guido Guichenduc, uno de los principales historiadores de El Porvenir, me cuenta por teléfono, desde Salta: “De los Santos es el gran ídolo histórico del club porque participó en cinco temporadas en Primera de las trece que tenemos y fue la máxima figura en esos tiempos. Con esos datos no hay que buscar mucho más en la historia. Por los gloriosos primeros años de la institución, que se fundó en 1915, De los Santos fue el jugador más importante de los mejores años; de eso no cabe la menor duda”.
Después de participar en un amistoso ante Paraguay, De los Santos fue partícipe del plantel argentino que ganó el Sudamericano (actual Copa América) de 1925, que se desarrolló en Buenos Aires. El atacante de El Porvenir fue titular en el último partido, frente a Brasil, que terminó 2-2 y selló el título.
Tras un regreso fugaz a Dock Sud, De los Santos volvió a El Porvenir y siguió haciendo goles. En 1930, con el Mundial de Uruguay en el horizonte, se abrió un capítulo para profundizar: ¿tuvo posibilidades reales de viajar a Montevideo? ¿Fue excluido de la Copa del Mundo por discriminación? Guichenduc opina: "De los Santos sufrió muchos actos de discriminación pero en los clubes fue aceptado porque era un jugadorazo. Lo de su ausencia por motivos raciales en el 30 me lo contó su familia pero no hay un hecho que lo certifique, sobre todo por la buena delantera que tenía Argentina en ese Mundial. Igual creo que es algo que puede tener veracidad porque también el país estaba en un momento político (previo al golpe de Estado a Hipólito Yrigoyen) en el que era fácil criticar a alguien por su color de piel”.
Aníbal López Guerra, también historiador de El Porvenir, me dice mientras conversamos en un bar de Constitución: “Si De los Santos estuvo en el Sudamericano de 1925, ¿por qué no iba a estar en el Mundial de 1930? Lo de la discriminación es una leyenda urbana que circuló durante mucho tiempo pero no encontré evidencias en los diarios de la época. Con respecto a lo que era como jugador, conocí muchos viejos socios del club y De los Santos era Maradona para ellos. Me contaron que una vez El Porvenir le ganó a Racing y Carlos Gardel presenció el encuentro; De los Santos la rompió y Gardel dijo: ´¿quién es el Negro este que nadie lo puede parar?´”.
Cuando se instauró el profesionalismo en 1931, De los Santos pasó a Huracán, formó una sociedad letal con Herminio Masantonio - máximo goleador en la historia del Globo- y allí se retiró en 1934. Luego fue entrenador, dirigió a Alfredo Di Stéfano, falleció en 1982 y con el tiempo resurgió en las entrañas de El Porvenir. En 2014, por iniciativa de Guichenduc, se le hizo un homenaje en el estadio de El Porvenir con la presencia de familiares del recordado delantero.
Mientras los años transcurren, De los Santos sostiene una imagen –para muchos invisible- que parece inmune a cualquier objeción. Él fue campeón con la Selección. Por sus características parece inalcanzable.
Artículo publicado en la columna de Camilo Francka en TyC Sports, en Blanco y Negro.
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