El análisis excede el resultado final. Entre el desamparo de una tormenta preocupante, el 1-2 sólo representa una pequeña porción. Detenerse en la ingenuidad de Leandro Desábato implica cortar el hilo por lo más delgado, cuando en realidad azota un problema de fondo, completamente estructural. Si el partido concluía empatado, la conclusión no hubiese variado. En un evento denominado Superclásico de las Américas, Argentina presentó un plantel integrado en su mayoría (salvo cuatro jugadores que se desempeñan en el Brasileirao) por hombres que actúan en clubes del país. Ahí recae la cuestión neurálgica: el fútbol doméstico atraviesa una crisis acentuada, que quedó al desnudo después de una actuación miserable.
Alejandro Sabella equivocó el planteo. El mismo cerrojo defensivo que escogió el entrenador es el que terminó ahorcando a la Selección. De este modo, la decisión de Pachorra solapó la escasa confianza que depositó en los futbolistas que él mismo eligió. ¿Qué eligió Sabella? Lo poco que tenía a disposición. En la liga local no abundan los talentosos, por eso el nivel general es mediocre. La impaciencia, el temor dirigencial, las ventas apresuradas y el cuestionable trabajo en las divisiones inferiores, entre otras cosas, atenuaron el poder de una competición prestigiosa por imposición natural.
En el equipo que patrocinó Sabella, se supone, estuvieron los mejores jugadores del torneo argentino. El rendimiento colectivo e individual, sumado al desatino del director técnico, fue un claro reflejo del panorama actual. No deja de ser alarmante que en la citación “de los mejores” aparezcan Rogelio Funes Mori, Leandro Somoza, Desábato o Germán Ré, por citar algunos ejemplos de futbolistas que transitan un presente sombrío. Pero es lo que hay. ¿Qué elemento trascendental quedó excluido de la nómina? Probablemente ninguno.
Afirmar que Sabella utiliza estos cotejos para evaluar rentabilidades que puedan representar una alternativa en el equipo principal es una gran falacia. El único objetivo de Argentina es el Mundial de 2014, y ninguno de los que actuaron en Goiania, salvo dos o tres excepciones, van a volver a Brasil para disputar la Copa. Lionel Messi, Gonzalo Higuaín, Sergio Agüero y Ángel Di María son los portadores de la ilusión; el resto busca equilibrar la balanza para que los atacantes agudicen el ingenio y otorguen soluciones.
Habrá que revisar en qué consisten las fallas que alimentan la desidia. Para eso está la murga de los dirigentes afiliados al “sí Julio”, y también los que integran la exigua minoría. Son años de inacción y de políticas estériles. La Sub-20 dio muestras de decadencia; la Mayor, hoy, depende de la inspiración de las estrellas, y para colmo el “segundo grupo” delata la pobreza que impera en el fútbol domestico. El futuro, así, habita en la zurda del rey Lionel. Mientras tanto, del vaciamiento íntimo nadie se hizo cargo y los desmanejos siguen impunes.
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