Carlos Abdo respeta un estereotipo que comienza a imponerse en la política argentina, y no sólo a nivel deportivo. El perfil de hombre adinerado, omnipotente y todoterreno se ajusta a las características del actual presidente de San Lorenzo. Sin embargo, el poder económico y el éxito empresarial no garantizan la correcta administración en otras esferas. En algunos casos es irremediable la improvisación ante aspectos esenciales que no pueden cubrir con su capacidad. Mauricio Macri, impulsado por los títulos en Boca, saltó (elección democrática mediante) a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y se transformó en el ejemplo cabal de esta “nueva clase”. Fundamentalmente por saber disimular la eficacia.
Si bien no resiste una comparación con Macri porque cada caso presenta distintas variables, Abdo tiene un prontuario comercial que lo ayudó a posicionarse en un sitial privilegiado dentro de uno de los clubes más grandes de la Argentina. Creador de la empresa Estática Internacional, que se dedica a la “comercialización de carteles publicitarios en estadios de fútbol”, según indica el propio sitio web, montó una estructura que lo ligó a Julio Grondona, al Grupo Clarín y a Torneos y Competencias (“Siempre digo que Ávila [fundador de TyC] es mi socio moral”, contó Abdo en una entrevista a la Revista Noticias, en febrero de 2007). Estática Internacional, favorecida por las alianzas, monopoliza el negocio de los avisos desde 2005. La captación abarca el total de la Primera División y la Primera B Nacional, los Torneos de Verano y los amistosos de la Selección Mayor, por citar las competencias más destacadas.
La historia de Abdo con San Lorenzo es añeja, pero se profundizó en 2007, cuando formó parte del grupo inversor que “aportó” dinero para incorporar jugadores de renombre y, así, satisfacer los deseos de Ramón Díaz, quien condujo el equipo que se consagró en el Clausura de ese año. Incluso hasta adquirió porcentajes de pases de algunos futbolistas. De todos modos, tuvo que desprenderse de sus porciones antes de enseñar los avales que sustentaron su candidatura. Antes de postularse, también le pasó el mando de Estática Internacional a Federico, su hijo. En 2009 participó en un fideicomiso destinado a la construcción de una pensión del fútbol juvenil. En el acto de conformación, que se celebró en el cuarto piso de Ideas del Sur, estuvieron Jonathan Botinelli, Marcelo Tinelli y Alberto Guil, ex presidente del club, entre otros. La edificación de la pensión nunca se efectivizó.
En plena campaña, además de la construcción de un microestadio, la ampliación de la sede social de avenida La Plata y la creación de un fideicomiso para contrarrestar los problemas económicos, Abdo insistió en la importancia de la gestación de una secretaría técnica. Sus proyectos contaron con el sostén y la obsecuencia de Fernando Niembro, un periodista que con la parcialidad que lo domina no perdió la posibilidad de marcar el terreno. En La Última Palabra, su programa televisivo, invitó a Abdo y aprovechó la estampa de Héctor Veira, uno de los panelistas, quien iba a ser el pilar de la moderna secretaría. El conductor apeló a la demagogia y dejó el camino despejado para que los protagonistas se florearan. “Chau, Carlitos”, despidió Niembro a su visitante ilustre.
Lo curioso es que este triángulo registra una conexión previa. En 2008, Veira sacó un libro biográfico (elaborado por dos periodistas) que fue ideado por la Editorial Estática, una derivación de Estática Internacional. Como consecuencia, el Bambino agradeció: “Abdo fue el generador de esto”. Para completar la figura geométrica, Niembro se sumó al convite y escribió uno de los prólogos. ¿Casualidad o causalidad?
El 11 de diciembre de 2010, Abdo se impuso en los comicios del Ciclón con más del 36 por ciento de los votos. El vicepresidente primero que acompañó a Abdo en la Agrupación Vamos San Lorenzo fue Carlos Datria, mientras que el vicepresidente segundo fue Jorge Aldrey. La jugada de Abdo no fue más que un rejunte del pasado. De pasados diferentes. Porque cuando Rafael Savino ganó en 2004, Aldrey se presentó como candidato presidencial por San Lorenzo Para Todos (la lista, que ocupó el segundo lugar [quedó a 650 votos de Savino], también la integró Ernesto Cherquis Bialo) y Datria iba por el mismo cargo pero a través de Dignidad por San Lorenzo. Por su parte, Néstor Larrandart, el secretario que eligió Abdo, fue de vicepresidente segundo por el partido de Datria.
Tras la extensa gestión de Rafael Savino, San Lorenzo vivía un cambio sustancial. Los socios que lo ampararon confiaron en el nivel adquisitivo del nuevo referente y en el pasado auspicioso de su empresa familiar. El flamante presidente se subió al mismo tren, aunque en el equipaje olvidó un precepto clave: para gobernar no alcanza sólo con dinero, sino que se necesita aptitud y una vocación acentuada. Está claro que generalmente gobiernan los poderosos, pero sin idoneidad es difícil mantenerse.
Abdo heredó una institución devastada: el pasivo ascendía a 120 millones de pesos, el contexto deportivo no ilusionaba y la misión era revertir la realidad global. Asumió el 27 de diciembre y en más de un año de trabajo sólo cosechó cachetazos. Lo cierto es que Abdo cumplió algunos de los ejes centrales. Su estrategia contempló un entorno plagado de personajes vinculados al club. La invención del fideicomiso (junto a la empresa Nación Fideicomisos), que fue estimulada por Daniel Filmus, afamado hincha del Ciclón, se firmó el 27 de julio de 2011, pero aún no brotaron los frutos. El objetivo es reunir 20 millones de dólares, aunque “eso depende fundamentalmente de los socios y simpatizantes de San Lorenzo”, según indicó el tesorero, Ricardo Sarinelli, al sitio desanlorenzo.com.
Los manotazos de Abdo no llegaron a paliar el severo déficit financiero. De hecho los 120 millones del pasivo original subieron a 172 bajo su dirección. Lo llamativo es que Abdo es víctima y victimario. “No tengo más plata para poner, puse toda la que tenía”, lanzó el presidente en diciembre del año pasado. El 3 de enero de 2012, el Diario Libre publicó una nota en la que afirma que, detrás de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), “el segundo acreedor en importancia es el mismísimo Abdo. En total se le deben 30 millones, desglosados en 27 a la firma Estática Internacional y 3 que fueron prestados a título personal”. No obstante, en diálogo con Dos de Punta, Abdo dijo: “Puse 8 millones de dólares en mi gestión”. A pesar de la incongruencia del valor neto, el cuadro es elocuente.
A nivel dirigencial, San Lorenzo, en octubre, sufrió una fractura interna acentuada. Por discrepancias con Abdo, renunciaron Datria, Larrandart, Luis López (prosecretario), César Deymonnaz (protesorero) y Dámaso Sierra (vocal). Al poco tiempo se plegó Luis Britos, quien dimitió a su cargo de Gerente de Marketing. Las salidas hicieron ruido e incluso Pablo Migliore, por entonces capitán del equipo, opinó: “Hay un montón de gente que quiere que a San Lorenzo le vaya mal. En el momento que las papas queman, si se tienen que ir, se van”, disparó. En Paraguay, la tierra natal de Abdo, un medio de comunicación remarcó: “El paraguayo Carlos Abdo está cada vez más solo en el club San Lorenzo”.
En la faz futbolística, luego de consagrarse, Abdo tomó su primera medida en el plantel profesional y le respetó el contrato a Díaz. Sin embargo, el Pelado renunció en abril de 2011. La segunda gran determinación volvió a ser esquiva: eligió a Omar Asad, quien fue devorado por los problemas propios y ajenos. Con el Ciclón en zona de Promoción, Abdo, sin demasiadas alternativas disponibles, llamó a Leonardo Madelón. El santafesino, que dirigió los últimos cuatro cotejos del Apertura, no arrancó bien y el futuro es una incógnita.
En tanto, la secretaría técnica, constituida por Veira, Victorio Cocco y Alfredo Weber, no cumplió las expectativas y fue disuelta porque además le demandaba a la dirigencia un gasto anual cercano a los 740 mil pesos. Igual el trinomio decidió continuar ad honorem, aunque su función nunca se desentrañó.
Otra mancha en la gestión de Abdo quedó al descubierto después del ataque de la barrabrava a Botinelli. La connivencia y la complicidad para encubrir a los violentos florecieron a pasos agigantados. En vez de esclarecer el caso, Abdo contribuyó a la confusión, a pesar de que evidentemente en el club sabían quiénes fueron los responsables de la agresión. El súmmum eclosionó en Estudio Fútbol. Incómodo, una semana antes de que pasara lo de Botinelli, el presidente negó que el cabecilla de la barra, Cristian Evangelista, alias Sandokán, haya participado en una reunión que tuvo con Asad, Aldrey, Migliore y Néstor Ortigoza en el vestuario. Pero sí admitió que conversaron en el playón: “Este señor (Sandokán), que para mí no es ningún jefe de ninguna barra, tiene un amigo de una empresa constructora y quiere tomar la licitación para la construcción de una nueva pileta que estamos haciendo”. Con los hechos concretos, es (casi) imposible creerle…
En los escritorios, Abdo desafió todos los límites y pensó que podía eludir el problema del promedio con un plan tan iluso como ridículo. Con la venia de otros clubes que penan en la zona baja de la tabla de posiciones, elevó una propuesta que incluía la suspensión de los descensos en esta temporada “para empezar de cero”, según explicó. Aldrey, sorprendido, se diferenció de Abdo: “Queremos salvarnos en la cancha, sin beneficios”. Y en Mendoza, donde encabezaba la delegación de San Lorenzo que tenía que disputar un amistoso, el vice se reunió con Carlos Bueno, Leandro Romagnoli y Ortigoza para aclararles que ningún otro directivo estaba enterado de la movida del presidente.
Así las cosas, ¿Abdo es el único culpable del presente de San Lorenzo? No. Culpa de Abdo es haber equivocado los procedimientos para enderezar las riendas del club, mal acaudilladas por los presidentes anteriores. Los rasgos generales de sus medidas no arribaron a la culminación pretendida, fundamentalmente, por la ejecución defectuosa. Sin cintura política y sin inteligencia para desenvolverse, Abdo desnudó sus fragilidades y redujo su integridad a la figura de un empresario exuberante que no exhibió argumentos sólidos para gobernar una institución centenaria.
En definitiva, Abdo es rehén de su incapacidad. Y en su puño lleva el destino de San Lorenzo, que en los próximos seis meses se juega la estadía en Primera División. Cree que para socorrer al Ciclón hay que comprar palcos, y así desdibuja la esencia de su ocupación. Todavía le quedan dos años de mandato para torcer el rumbo, aunque en su interior entiende que el tiempo real es mucho más corto si no asoman los aciertos. Hoy, San Lorenzo es una quimera tan grande como el Nuevo Gasómetro.
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