sábado, 24 de diciembre de 2011

El Wunderteam, entre dos guerras y una estrella

Se vivían tiempos complicados. El asesinato del archiduque de Austria Francisco Fernando y su esposa Sofía Chotek, en Sarajevo, marcó el inicio de un alud combativo que nadie iba a poder frenar. El Imperio Austrohúngaro dio el paso inicial y se enfrentó a Serbia. Las demás manifestaciones fueron consecuentes con el punto de partida. La Primera Guerra Mundial estaba en marcha. El conflicto bélico duró cuatro años (1914-1918) y se cobró aproximadamente ocho millones de vidas. Más allá de las desapariciones humanas, el final de la Guerra selló la caída del Imperio Austrohúngaro, que devino en cuatro nuevos países independientes: Austria, Hungría, Checoslovaquia y Yugoslavia.

Lejos de los misiles, las muertes y la sangre, en Austria el fútbol ya había empezado a despertar interés en un buen número de seguidores. El primer partido de la selección fue el 12 de octubre de 1902, cuando derrotó 5 a 0 a Hungría en condición de local. Sí, los integrantes del Imperio Austrohúngaro protagonizaron un cotejo en el que dos equipos europeos no británicos se enfrentaban por primera vez. Sin embargo, el apogeo del fútbol austríaco llegó a partir de las incursiones de dos hombres clave: Jimmy Hogan, quien introdujo conceptos revolucionarios para la época (se lo considera el creador de la Escuela del Danubio, que apadrinó el “fútbol moderno”), y Hugo Meisl, su discípulo. Tras ser secretario general de la Federación Austríaca de Fútbol (OFB), el 22 de diciembre de 1912 debutó como entrenador del representativo nacional.

La historia de Meisl es llamativa. Y aquí la Primera Guerra Mundial adquiere un papel preponderante. Nacido en Checoslovaquia, Meisl debió interrumpir su tarea al mando de Austria porque tuvo que presentarse para comenzar el servicio militar de cara a la conflagración. Luego, en 1919, regresó a la selección y, así, emprendió un proceso que quedaría grabado a fuego en la historia grande del fútbol. Con la premisa de “mantener el balón al ras del piso”, como él mismo lo definió, conformó el Wunderteam, que con el transcurrir del tiempo colocaría a Austria en un sitial privilegiado. La verdadera explosión del Wunderteam fue entre 1931 y 1934.

Con un esquema compuesto por dos defensores, tres mediocampistas y cinco delanteros, Austria hilvanó una serie de 14 partidos sin conocer la derrota (once victorias y tres empates). El tendal comenzó el 12 de abril de 1931 con un triunfo 2 a 1 frente a Checoslovaquia. Alemania (dos halagos con contundentes 5 a 0), Hungría (8 a 2) y Escocia (5 a 0), entre otros, también fueron vulnerados por el elenco de Meisl. La racha se cortó el 7 de diciembre de 1932, en Stamford Bridge, donde Austria cayó ante Inglaterra, por un ajustado 4 a 3. Los otros logros importantes del Wunderteam, si bien nunca se tradujeron en campeonatos, llegaron a través del cuarto puesto en el Mundial de Italia 1934, en pleno auge del régimen dictatorial de Engelbert Dollfuss (Austrofascismo), y la segunda colocación en los Juegos Olímpicos de Berlín 1936.

El Wunderteam, además de la conducción de Meisl fuera de la cancha, contaba con un referente dentro del terreno: Matthias Sindelar, que actuaba en el Austria Viena. A Meisl y Sindelar los une una historia de vida conmovedora. Así como el entrenador tuvo que abandonar momentáneamente la dirección técnica del equipo para abocarse a su labor militar, la figura de Sindelar también traspasó todos los límites establecidos. El atacante se destacaba por su riqueza técnica y su capacidad goleadora. Egon Ulbrich, secretario del Austria Viena entre 1933 y 1956 y amigo personal de Sindelar, recordó: “Era uno de los mejores jugadores, y el más popular. La gente lo adoraba. No sólo nuestra afición, sino también la de los equipos rivales. No podían vivir sin él”.

Sindelar nació el 10 de febrero de 1903, en Kozlov, Checoslovaquia, en el seno de una familia judía que se mudó a Viena cuando Matthias tenía dos años. El vínculo que conecta a Sindelar con su religión sería determinante. Aunque parezca un condimento vulgar, comprender la estrecha relación entre el deporte y la política resulta indispensable para entender los fenómenos actuales. La retroalimentación es sólida y continua. Por eso no es casual que los cimientos del pasado alberguen las explicaciones del presente, sin la necesidad de juzgar si todo tiempo anterior fue mejor o peor. Lo cierto es que el nazismo, que regía en Alemania desde 1933, en un contexto en el que buscaba agrandar su espectro, se anexionó a Austria, en lo que el Tercer Reich denominó “Anschluss”.

“El fútbol se convirtió en una forma de hacer política. Pero esto es una ironía histórica porque a los nazis, que fueron los primeros en emplear el fútbol como medio político, se les había convertido en un medio de resistencia también”, aseguró Wolfrang Maderthaner, el biógrafo de Sindelar. El objetivo de Adolf Hitler era claro: disolver la selección austriaca para incorporar a Alemania a las máximas figuras del Wunderteam. El fracaso teutón en los Juegos Olímpicos de Berlín 1936 motivó una medida que no sorprendió a quienes rodeaban a Hitler. La Copa del Mundo de 1938, en Francia, seducía al líder alemán, que estaba acostumbrado a subordinar a todo aquel que se propusiera. No obstante, el 3 de abril de 1938 se topó con un “enemigo” impensado.

En Viena, Austria y Alemania disputaron un encuentro que serviría para formalizar el dominio nazi y, por contrapartida, la defunción del Wunderteam. Iba a ser el último partido de Austria como país independiente. Si bien circuló una versión que indicaba que el triunfo alemán estaba pactado de antemano, el Wunderteam impuso su estilo y en el complemento señaló dos goles. El primero fue de Sindelar, quien siempre se manifestó en contra del totalitarismo de Hitler. El centrodelantero festejó la conquista con un baile en el sector que daba al palco de honor, donde se ubicaban los principales dirigentes del nazismo. “Esto nunca se lo perdonaron”, afirmó Maderthaner. Ese fue el último encuentro que disputó con su selección. Sindelar no medía las consecuencias de un hecho que indefectiblemente conspiraría contra su humanidad. No obstante, Matthias entendía que renunciar a sus principios éticos y morales implicaba ceder ante un sistema opresor y antidemocrático.

Sindelar continuaba decidido a no vestir otra camiseta que no fuera la de Austria, su patria. Estaba dispuesto a mantenerse firme, aunque le costara la carrera. La policía secreta nazi comenzó a investigar a Sindelar, quien era considerado un elemento peligroso para la consolidación de las fuerzas de Hitler en Austria. “Fue la sentencia de muerte”, agregó Maderthaner. El 23 de enero de 1939, después de haber pasado una noche de cartas, apuestas, diversión y alcohol con sus amigos en un café, Sindelar fue a ver a Camilla Castagnola, su novia italiana, y luego de tomar una botella de vino se durmieron juntos. Ninguno de los dos volvió a despertar. Las versiones sobre las muertes de Sindelar y Castagnola oscilaron entre distintas tonalidades.

El desencadenante de los fallecimientos nunca se pudo certificar porque los documentos oficiales se extraviaron. La inhalación de monóxido de carbono que salió de una estufa habría sido la causa, aunque la hipótesis de que Matthias se quitó la vida quedó flotando. “Para mí está claro que Sindelar se suicidó, porque si ya no podía jugar al fútbol tampoco podía seguir viviendo”, conjeturó Maderthaner, quien añadió: “En el momento que no pudo expresarse a través del juego, no le quedó otra que quitarse la vida”. De todos modos, más allá del testimonio del biógrafo, el suceso quedó archivado como accidental.

Ulbrich, que compartió la última reunión de Sindelar con su círculo íntimo, abonó la teoría de Maderthaner pero contó cómo fueron las negociaciones para darle a Matthias un funeral de estado. “El alcalde dijo que iba a ser un problema porque según las normas de los nazis no se le podía dar ese honor a una persona que había sido asesinada o que se había suicidado”, reveló tiempo después el ex secretario del Austria Viena. También precisó el desenlace final: “Encontramos al inspector del distrito. Era nazi, pero un buen hombre. Dijo que nos ayudaría”. “Para que el funeral de estado fuera posible, había que certificar que fue un accidente. Y finalmente quedó así: muerte por intoxicación con el gas de la estufa”, cerró Ulbrich.

Alrededor de 15 mil personas se congregaron en Viena para despedir los restos de Sindelar. “Todos los años viene gente para recordar el día de su muerte. Alguien dijo alguna vez que a Sindelar lo querían todos los vieneses que lo habían conocido”, enfatizó Maderthaner. El 1 de septiembre de 1939, la invasión fallida de Alemania a Polonia inició la Segunda Guerra Mundial, que se extendió hasta 1945 y que sobre el final decretó el deceso de la Alemania nazi. Es probable que Sindelar, aun sin estar presente, haya sentido un dejo de justicia y equidad. Mucho más fuerte fue esa sensación cuando fue votado como el mejor deportista austríaco del siglo XX, aunque también es considerado uno de los centrodelanteros más destacados de la historia del fútbol mundial.

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