miércoles, 19 de octubre de 2011

Consecuencias lógicas del desgobierno que gobierna

Si algo le faltaba al circo perverso que administra Julio Humberto Grondona era la vergonzosa jornada que se vivió el 18 de octubre de 2011 en la puerta de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) y en el interior del edificio. Policías, cronistas, camarógrafos, fotógrafos, curiosos… y la postal ineludible de un sistema absolutamente colapsado. Las acciones que se desencadenaron fueron, en esencia, un espejo de los hechos que se sucedieron hasta que Grondona se fue en una camioneta. Del primero al último, sin maquillaje para ocultar el rubor ante los ojos del mundo, los papelones se consumaron uno tras otro.

La ¡novena reelección! de Grondona es histórica, por la extensión de un mandato que lleva 32 años (asumió el 6 de abril de 1979) y que va por cuatro más. Increíble que en un país que vive en democracia haya que soportar la perpetración de un hombre que a los 80 años maneja el destino de la pelota a su antojo.

No se puede hablar de dictadura ni antidemocracia porque la votación de la Asamblea General Ordinaria fue contundente. De 46 dirigentes presentes ninguno votó en contra de Grondona. El acto fue sólo una formalidad para refrendar lo que se sabía hace algunas semanas. Pero sí se puede hablar de obsecuencia alarmante y falta de compromiso dirigencial frente a un organismo carente de frescura para redirigir una estructura que luce deshilachada. Uno de los ciclos vitales del imperio que construyó Grondona fue el de generar una dependencia mayúscula de los clubes a la cultura del miedo, la extorsión y los favores. Grondona no regala sonrisas, sino que las negocia según su conveniencia.

El 46 a 0 presenta una lectura clara. En la AFA no existe oposición seria, más allá del intento desesperado de Daniel Vila, quien no pudo ingresar al fortín de Viamonte y desde la vereda aseguró tener el aval judicial para convalidar los votos de más de 50 instituciones del interior. Así, el empresario se autoproclamó presidente. Increíble pero real. El resultado final también expone la postura conformista de los clubes. Con tal de no contradecir al monarca, ninguno se anima a objetar las decisiones del jefe. ¿Los motivos? Temor a posibles represalias, entre otros.

Roberto Bugallo, presidente de All Boys, dejó en evidencia la resignación de aquellos que no están de acuerdo pero igual son complacientes. “Nosotros éramos uno de los que queríamos cambios, pero bueno… qué va a ser”, dijo en declaraciones a Radio 10 antes de que su club sufragara. No obstante, el Albo apoyó el nuevo proceso de Grondona. Julio Baldomar, vicepresidente de Vélez, tuvo un discurso similar: “No estamos de acuerdo con el estatuto, pero como formamos parte de la casa vamos a acompañar”, aseveró. A buen entendedor, pocas palabras. Dos de los pocos “rivales” de la actual conducción traicionaron sus principios para no quedar expuestos.

En épocas donde las sospechas están a la orden del día, ¿qué hubiera pasado si la votación terminaba 45 a 1? Esa intención solitaria hubiese sido mal vista por un gobierno personalista que pretende someter a los clubes. Además, ¿quién se va a arriesgar a quedar inmerso en las suspicacias que se generan, por ejemplo, alrededor de la designación de los árbitros? Con mayor o menos grado de veracidad, aunque sin argumentos sólidos para probarlo, en el ambiente se murmura que el que le da la espalda a Grondona no termina bien.

Ahora habrá que ver cuáles son los pasos a seguir. La salud de Don Julio sufre vaivenes constantes y ya se especula con un mandato testimonial. José Luis Meiszner, secretario ejecutivo de la presidencia de la AFA, y Germán Lerche, presidente de Colón, son figuras que emergen para sostener a Grondona. El tiempo dictará sentencia. Por el momento se acumula la holgazanería.

El fútbol argentino padece la incongruencia dirigencial y la miseria no sorprende. Así no se puede continuar. Con un presente deportivo y organizativo que invita a la reflexión profunda, con una Selección desprestigiada por los cachetazos repetidos hasta el hartazgo, la historia negra también se escribe de la línea de cal para afuera.

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