lunes, 12 de septiembre de 2011

Mohamed: rehén de un sistema perverso

El ciclo de Antonio Mohamed, que llegó a la cúspide en diciembre de 2010, cuando Independiente conquistó la Copa Sudamericana por primera vez en su historia, quedó preso de la desidia que gobierna al fútbol argentino. Resultados al margen, para entender la salida del entrenador hay que situarse sobre el lado oscuro de un subdesarrollo que impera y lastima. “A mí me echó la barra”, sentenció el Turco. La afirmación de Mohamed no hace más que afianzar el corazón de un sistema perverso que todos conocen pero que nadie se anima a enfrentar: la relación estrecha entre los violentos y los dirigentes (en este caso del Rojo), avivada por la inacción policial y la ineficacia de los organismos de seguridad, es un arma de fuego que dispara contra cualquiera que se cruce por el camino.

No puede haber un justificativo coherente para camuflar la maniobra que calcinó el trabajo de Mohamed. Si bien la cosecha deportiva en esta temporada no fue la mejor, el pasado le daba al Turco la tranquilidad necesaria para continuar con su proyecto. Sin embargo, los intereses de unos pocos se impusieron para derrocar a un director técnico que le dio al club un título internacional tras 15 años de sequía. ¿Cómo es posible que la barra brava tenga más autoridad que el propio Julio Comparada? ¿A quién quiere engañar Comparada?

Como si la impunidad no alcanzara, Comparada dio muestras de debilidad cuando blanqueó que en más de una oportunidad “colaboró” con algunos integrantes de la barra que le fueron a pedir dinero. ¿Contradicciones? Por doquier… Minutos antes, en una entrevista que le concedió a Radio Del Plata, había dicho que no conocía a quienes fueron a insultar a Mohamed. La falta de compromiso para combatir a los delincuentes disfrazados de simpatizantes, encarnada en la voz del presidente, encubre una connivencia imposible de esconder. Comparada prefiere resignarse. Quizás es el sendero más cómodo para victimizarse y, desde la sombra, seguir alimentando al monstruo de mil cabezas.

Gustavo Grabia, periodista de Olé, desenmascaró las conexiones dudosas de la barra con los dirigentes. Entre otras situaciones, mencionó que cobraron porcentajes por presentar proveedores para la construcción del estadio, que comercializan merchandising trucho y que amedrentaron a miembros de la oposición durante la Asamblea del 2010 para que se pudiera aprobar el balance. Para agregarle un condimento contundente, Grabia tituló: “La barra más poderosa de la Argentina”. Realmente increíble.

Sin voluntad política no va a haber un cambio de fondo. Y por lo menos en Independiente, una institución dominada por un sector que lucra con la pasión de muchos hinchas genuinos, la voluntad brilla por su ausencia. No sería raro pensar que la fraternidad entre el poder y los violentos se convierta en la principal estrategia de Comparada de cara a las elecciones de diciembre. Los dirigentes, en general, no desprecian el apoyo de la barra, sino que lo utilizan para proyectar sus necesidades burocráticas. Mohamed, un hombre que padeció el descontrol que vive Independiente, puede dar fe que el libertinaje sólo devora integridades.

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