miércoles, 1 de junio de 2011

Las estructuras de Cappa

Ángel Cappa supo experimentar oscilaciones de todo tipo en su rol de entrenador. Desde un descenso en Banfield hasta un paso exitoso por el Real Madrid (escoltado por Jorge Valdano), entre otros logros y disgustos que disfrutó y padeció en las distintas estaciones de su carrera. Sus inicios independientes, en el Taladro en la temporada 85/86, fueron la continuación de dos etapas previas en las que integró el cuerpo técnico de César Menotti, a quien acompañó en la Copa del Mundo de 1982, en el Barcelona de España, en Peñarol de Montevideo y luego en Boca. Al lado del Flaco forjó la ideología que hoy defiende orgulloso. El bahiense se crió en una batalla teórica en la que el despliegue técnico para conseguir resultados que pregonaba Menotti se diferenciaba del triunfo como único fin posible que predicaba Carlos Bilardo.

En 2008, después de una estadía pintoresca en el Memelodi Sundowns de Sudáfrica tuvo la posibilidad de regresar a su país: lo contrató Huracán. A partir de la aventura en Parque Patricios cambió la figura de Cappa. El personaje de perfil medido y reputación baja se transformó en un boom mediático y en una palabra autorizada en cualquier conversación que rondaba la esfera del fútbol. “Huracán reivindicó la identidad del fútbol argentino”, expresó en una nota que le concedió a un medio español. La calidad de Matías De Federico y Javier Pastore, la presencia de Mario Bolatti y la simpleza de Patricio Toranzo, por citar los componentes esenciales de un equipo que quedó perpetrado en la memoria del hincha del Globo a pesar de no haber sido campeón, hicieron que la imagen de Cappa resucitara.

El protagonismo de Cappa aumentó a tal punto que en determinadas circunstancias opacó el brillo de los futbolistas. Con la misma chapa que lustró en Huracán llegó a River, pero esta vez no logró imponer su estilo. Después de una salida tumultuosa, aceptó la propuesta que le hizo Gimnasia La Plata: “Me decidí a venir porque entiendo que hay muy buenos jugadores, con la capacidad como para hacer un buen equipo y para tener esperanza e ilusión. Creo que Gimnasia puede jugar bien”, enfatizó el día de la presentación oficial. El diagnóstico previo se chocó contra la realidad inexorable de una institución asfixiada por el descenso. En la cancha se vio un conjunto tibio, sin el toque que pretendía Cappa. Los malos resultados desembocaron en una salida previsible: los dirigentes le pidieron que abandonara el cargo tras la derrota ante Newell´s, por la fecha 12 del Torneo Clausura.

Cappa, como le pasó en Huracán y River, se retiró indignado por las urgencias y la imposibilidad de trabajar a largo plazo. “Voy a proponer que se firmen contratos por partido”, ironizó después de desvincularse de Gimnasia. El bahiense imaginó un mundo de fantasía que no pudo llevar a la práctica. Pero indirectamente sabía que el grado de exposición que generaba la arista ganadora del fútbol argentino podía empujarlo a una salida tortuosa si la cosecha era desfavorable.

Cappa grita su verdad y en cada palabra protege un camino que no presenta desvíos ni atajos aleatorios. En su oratoria desnuda dos facetas marcadas: la de un hombre convencido de que la concepción que tiene del fútbol sirve para acortar el trayecto entre el deseo y el triunfo; y la del mismo hombre que cuestiona un sistema demoledor con el que se vincula a través de la tarea que desarrolla en la Argentina sin interrupciones desde 2008, cuando firmó con Huracán. Pero Cappa es sinónimo de fútbol. Puede gustar o también puede resultar antipático. Sin embargo, la custodia férrea de un esquema válido lo transforma en una persona digna de ser escuchada.

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