martes, 26 de octubre de 2010

Es hora de volver

Diego Maradona está visiblemente dolido. Mastica bronca, su organismo procesa y luego vomita. Verse afuera de lo que tanto ama le revienta el corazón. Porque a Maradona lo taparon con diarios cuando aún tenía vida. Porque Julio Humberto Grondona, siempre abrazado al viento, le propinó un empellón cobarde, de esos que perforan hasta la última arteria. El ex entrenador de la Selección, con el orgullo en muletas, intenta tapar la grieta que se abrió después de la derrota ante Alemania con una catarsis mediática extorsiva. Y ese, sin dudas, no es el camino indicado para reflexionar. El raid no lo deja bien parado. Si tuviera las mismas energías para enfocarse en el futuro, en su propio futuro, sus aspiraciones como director técnico incrementarían a pasos agigantados. El derroche de pesimismo de Maradona sólo se borra con un nuevo desafío deportivo. ¿Estará preparado para asumirlo?

La elección del ataque constante no es saludable. Maradona sabe que las puertas del retorno están cerradas, por eso dispara con munición gruesa. Perdido por perdido, elige agredir. E incurre en un error. La relación entre Diego y Grondona se quebró y no hay vuelta atrás. En realidad si hasta hace poco se mantuvo la armonía fue porque las diferencias se emparcharon. Acercar dos posturas antagónicas cuando hay tanto ego en el medio se transforma en una tarea subyacente a la realidad.


Para los medios de comunicación, Maradona es dócil: los periodistas, que en su mayoría conocen los puntos débiles y saben por dónde hay que preguntar para obtener el ruido de la respuesta, no necesitan demasiado esfuerzo para que Diego suelte la lengua. Ahí el protagonista habla, acusa y, en algunos casos, cava su propia fosa. Maradona debe sumergirse en el más respetuoso silencio y desde allí empezar a planificar el futuro con sus colaboradores.

Maradona, sin haber sido menos que nadie, se despidió por el portón trasero. Un final indigno para un hombre paradigmático dentro de la historia del fútbol argentino. Pero aunque le cueste digerirlo, la Selección ya forma parte del pasado. Ahora lo más importante es lo que exhibe el horizonte. Para Diego, es hora de volver…

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