jueves, 29 de octubre de 2009

Carta abierta

Me agarraron ahí, de la peor manera. En offside por unos metros largos. Acostado en un colchón y con la boca seca de tanto balbucear palabras lentas y vacías. Con el corazón a punta de pistola, chorreando sangre a borbotones. Una marea roja que transporta las penurias de un alma que pierde por goleada y que, además, es humillada ante la multitud presente. ¿Quién entiende los latidos? ¿Quién los interpreta de la forma correcta? ¿Quién sabe lo que pasa acá adentro? ¿Algún árbitro pitará alguna vez para mi lado? ¿Para qué sirve entrenar toda la semana si después en el partido te dan la espalda? Que yo sepa, nunca hice cursos para hablar chino, alemán o ruso. Es un castellano de barrio, de empedrado y bien pasional. Es triste que ningún pañuelo pueda cortar el llanto de los sentimientos. Resulta increíble que hablando el mismo idioma, en distintas situaciones, no podamos entendernos. Quizá, si me avisabas, le ponía chaleco antibalas a la sensibilidad. De esa forma me hubiera evitado la renguera de mis vísceras.

Pará un poco: dijimos que no valía chumbar pero me abriste el pecho con el remate que sacaste. ¿Disparaste? Ufff, como arde. ¿Ahora quién cierra la cicatriz que me quedó? Ya sé que tu fuerte no es el cabezazo, si no preguntale a mi sien, que todavía está en el piso después del testazo que le metiste. A veces, en los momentos que me pica la desesperación, me miro al espejo y me doy algo de lástima. Reconocerlo no es pecado… La cabeza me estalla, el corazón ni te cuento, es como si me obligaran a caminar desnudo en plana Avenida 9 de Julio. Es feo estar en el medio de las llamas sin que nadie venga a rescatarte. Es feo estar solo y ver que a los sostenes fundamentales les cortaron el servicio. Aunque seguiré entregando hasta la última gota de sudor. Me pueden golpear, pero el nocaut no ingresa en mi registro mental, por más básico que sea.

Si de nosotros dependiera el peso ofensivo de un equipo, nos cagaríamos de hambre. Igual, un partido entre nosotros sería durísimo. Con tanto sentimiento en el medio no se jode. Y te diste cuenta en el momento que metiste pierna fuerte y a mi (pobre) corazón se lo tuvieron que llevar en camilla. Ahora te confieso que duele. ¿Me traes una curita por favor? No, no alcanza con eso. Tampoco hay que ser tan dramático, son momentos. Todos tenemos derecho a gozar, pero también el sufrimiento, por momentos, nos vapulea. Y más: lo hace de visitante y con todo el público en contra. De paso te digo que el Tribunal de Disciplina le dio tres meses a mi alma. Acá no me salva ningún amparo. Hice uso del 225 y pedí que la dejaran participar en lugar del cariño que se fue a jugar a la selección de la felicidad, pero el intento fue en vano. Ni esa me salió…

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