jueves, 22 de octubre de 2009

(A)Brazo partido


Juan Sebastián Verón puso un manto de cordura dentro del clima áspero que se vivió en Montevideo, sobre todo después de las bravuconadas que vomitó Diego Armando Maradona tras obtener el pasaje a la próxima Copa del Mundo. La Bruja razonó en un momento de mediocridad verbal. Dijo lo que a muchos le molestó. Pero expresó una base fundamental: si la intención es ir a Sudáfrica para seguir escribiendo la historia grande del fútbol argentino, todos los componentes de la Selección, del último al primero, deben mirar puertas adentro y sentar preceptos básicos para ir en búsqueda del objetivo máximo. Si no hay unión interna, viajar a África va a ser sólo una buena excursión vacacional.

Hasta el momento, Maradona vive pendiente de blanquear su relación con Carlos Salvador Bilardo, de pedirle a la prensa que le baje los pantalones para que “la sigan mamando”, y de aclarar que el equipo lo arma él. Todo bárbaro, pero sobre el futuro trascendental no balbuceó ni una palabra. El chiste de la conferencia de prensa puede salir caro: de confirmarse la sanción por cinco partidos oficiales, habrá que buscar adversarios para que el director técnico llegue limpio al Mundial. A todo esto, Julio Grondona, con el mismo tono de su empleado mayor, salió a festejar la catarata desmedida del Diez. Y bueno… todos sabemos que el Jefe se acomoda según de qué lado sople el viento. ¿Hubo críticas malintencionadas? Sin dudas, pero avivar las llamas no hace falta que se sume el mandamás; para eso está el “gran” Miguel Ángel Lemme, quien figura más por sus improperios que por su función de ayudante de campo. Maradona, por empezar, debería no haber generalizado en su concepto poético.

Ahora, con la renovación de contratos del cuerpo técnico, se verá cómo se reparten las cartas de este mazo. Lo que resulta evidente, aunque Diego grite lo contrario, es que aquel abrazo efusivo con Bilardo en pleno Centenario fue un gesto persuasivo. O una demostración de hipocresía. La relación entre ambos no es buena y Maradona sigue molesto por diversas actitudes del Narigón. De lo contrario, nunca se explicaría por qué Maradona continúa poniendo énfasis en aclaraciones que, en un mundo lógico, no deberían tener asidero.

Siempre el pueblo tiene que buscar un chivo expiatorio para descargar la bronca. Verón, quizá sin merecerlo, fue el apuntado después de la eliminación de Corea-Japón 2002. Lo cierto es que el grueso de ése plantel no llegó en plenitud, ni física ni futbolística. Al volante lo crucificaron, y por eso tuvo que pagar con un largo periodo de ausencia en la Selección. Ahora, ya consolidado en la era Maradona, destapó la olla. Chapa le sobra, experiencia también. Igual, el entrenador, gran denostador de quienes tienen un pensamiento diferente, no se puso agresivo ante las declaraciones de uno de sus referentes. El ex jugador del Inter, sincero y consciente de que las agresiones no conducen a nada, planteó una versión reflexiva. Que da para pensar.

Tomar los dichos de Verón serían un buen punto de partida para consolidar las cuatro patas de la mesa, y, de paso, terminar con tanto circo mediático.

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