lunes, 21 de septiembre de 2009

¿Qué les pasa?


Dos técnicos representando clubes situados en veredas opuestas. Dos colegas que, a pesar de defender colores antagónicos, sufren y padecen realidades similares. A nadie, por estas horas, le causaría gracia permanecer ni un segundo en los zapatos de Alfio Basile y Néstor Gorosito. La actualidad de Boca y de River es un mar de dudas. Y no sólo el presente los muele a golpes: también, lentamente, se empieza a hipotecar un futuro que, como mínimo, tendría a ambos afuera del plano internacional. Nunca antes entre Xeneizes y Millonarios hubo tantos puntos en común. ¿Presos de las erróneas decisiones dirigenciales? ¿Errores compartidos? ¿Mala planificación técnica y estratégica? ¿Futbolistas que no están a la altura de las circunstancias? Todo puede ser. Por un lado, el reinado y los ciclos exitosos parecen haber mermado su ritmo; por el otro, un largo periodo de ausencia que no consigue concluir.

Gorosito, sin ser malabarista, tiene que pararse en un semáforo para hacer firuletes con tres pomelos y dos peras. En vano, busca la connivencia entre el agua y el aceite. En realidad, lo obligaron a eso. Porque en el fútbol no hay dibujo ni trabajo efectivo si no se cuenta con la materia prima, con los jugadores, que son los protagonistas esenciales. Nadie duda de la capacidad de Pipo, pero hay negligencia en el armado del plantel y allí las tintas las cagan los directivos, que son quienes sacan la billetera para conformar un grupo. El ex entrenador de San Lorenzo podrá tener las mejores intenciones, aunque poco puede hacer con el escaso potencial que tiene a disposición.

También hay que marcar que a Gorosito se le descarriló el tren, y, remitiéndose a los hechos, pareciera imposible que logre enderezar el rumbo. A pesar de todas las adversidades, jamás mostró herramientas como para armar, por lo menos, una estructura presentable. Y si lo intentó, nunca obtuvo las respuestas dentro del rectángulo. Pidió refuerzos y los popes no acusaron recibo, lejos estuvieron de satisfacer los pedidos. En ese aspecto se presume que, por más que prefiera llamarse a silencio, el DT, en su intimidad, debe descargar la bronca con José María Aguilar y compañía. ¿El presidente lo bancó públicamente? Lo mínimo que puede hacer después de invitarlo al fracaso. Eso sí: el hombre de rulos decidió quedarse y ahora tiene que atenerse a las consecuencias.

La vuelta desesperada de Marcelo Gallardo, quien retornó de Norteamérica con el traje de salvador y terminó carcomido por las urgencias y las lesiones, la figura de Ariel Ortega que aún no descolló, la vuelta a la actividad de Matías Almeyda, que en medio de una etapa dorada no lo hubieran necesitado, un Cristian Fabbiani fuera de estado y a años luz de ser aquel que Gorosito postuló para la Selección, la impericia habitual de Gustavo Cabral… Una lista enorme de flaquezas que River lamenta. El agravante en Núñez es que la institución, desde el paso de Leonardo Astrada, se borró de la charla grande. Y la crisis deportiva e institucional es tan grande que el título que cosechó de la mano de Diego Simeone no figura en el recuerdo de ningún hincha. Sólo persisten las reprobaciones, los insultos, la intolerancia y el “que se vayan todos”.

En Boca, la contratación de Basile fue anunciada con bombos y platillos. Sin embargo, el experimentado DT, a casi cuatro meses de haber asumido, evidenció que las energías no le sobran. Raro en un individuo de mil batallas, en alguien que no suele rendirse con facilidad. El Coco se vio superado por la situación y, tras caer frente a Godoy Cruz, presentó una renuncia que no fue aceptada. A los 65 años, está debilitado. Para colmo, los intérpretes no interpretan el mensaje y la pobreza en los resultados está a la vista. Ya no hay discurso, ni equipo de memoria, ni motivación que pueda, según la lectura que hizo el bahiense, remontar el barrilete. La derrota ante el Tomba desnudó la peor cara. Un Boca inexpresivo, resignado y vencido. Agua en el fondo, sin combate en el medio y pocas ansias de lastimar al rival.

Una de las características del ciclo anterior de Basile fue que el plantel estuvo parejo en todos los sentidos, y eso se sostuvo en el alto vuelo colectivo y en la suerte de no sufrir lesionados. Todo lo contrario a lo que ocurrió ahora: Hugo Ibarra, Sebastián Battaglia, Pablo Mouche, ahora Ricardo Noir desfilaron por la enfermería. Toda la sumatoria, sin dudas, atenta contra las aspiraciones del cuerpo técnico. Además, es as de espadas (Juan Román Riquelme) viene a media máquina. Otro asunto: el Coco pidió incorporaciones y le cumplieron con futbolistas de grueso calibre. No hay pretextos válidos.

¿La solución es la partida de los comandantes del barco? Sin ellos, probablemente, continúe todo igual. Hoy, tanto a uno como al otro la punta del campeonato les queda lejos, y en la Copa Sudamericana marcharon de entrada. Peor, imposible. Ahora deberán reconstruir desde abajo, con el objetivo de recuperar terreno. En una tendencia que se reafirma torneo tras torneo, a Boca y River todos les juegan de igual a igual en cualquier cancha. Ya no se gana con el peso de la historia.

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