domingo, 13 de septiembre de 2009

Algo anda mal


Las balas pican cerca y la coraza de la Selección comienza a sentir el embate de los proyectiles. Algo anda mal, desde el cuerpo técnico encabezado por Diego Maradona hasta el último de los futbolistas. La derrota con Paraguay fue más nafta para un fuego que brotaba en su punto máximo de ebullición tras el tremendo cachetazo brasileño. El desconcierto es total: sin una idiosincrasia definida, Argentina desnuda sus penurias cada vez que sale a jugar y no demuestra (los pocos) elementos que posee y que son, a priori, desequilibrantes.

Responsables son todos, absolutamente todos. Julio Grondona, como Jefe y número uno de la Asociación del Fútbol Argentino, por tomar las decisiones en primera instancia. El conjunto de “idóneos directivos”, entre los cuales se encuentra uno de sus hijos, y todo el circo que se montó atrás de la llegada de Maradona. Carlos Salvador Bilardo (¿alguien sabe qué función cumple?), ridiculizado en un puesto inventado, inútil e innecesario. Sergio Batista, en enorme menor medida, se enemistó con el entrenador por esas susceptibilidades divinas del fútbol y hoy se borró del mapa. Alfio Basile, que se jacta de haber dejado a la Selección clasificada, pero que se fue con más dudas que certezas. Y la lista sigue…

Aún es prematuro para sacar conclusiones finales de la Era Maradona, por el simple hecho que todavía faltan dos jornadas (podrían ser cuatro en caso de entrar al Repechaje, que hoy sería ante Costa Rica) y porque, además, si se llegara a dar la clasificación y Argentina hace un buen Mundial, Diego pasará de ser el villano a transformarse, sin escalas, en Teresa de Calcuta. Lo que toda persona coherente debe hacer, por más que al propio Diego le moleste, es marcar en el DT ciertas falencias. No dejemos afuera del análisis que está aprendiendo el oficio de entrenador sobre la marcha, a prueba y error, pero nada más y nada menos con el buzo de una de las potencias del fútbol mundial, lo cual resalta sus defectos y, en las bravas, hace que se vengan palos por todos lados. Está claro: ningún periodista va a bajar a Maradona porque ésa no es la intención.

Por lo que se ve en la cancha, el cambio de Sergio Romero en lugar de Mariano Andújar no convenció, a pesar de que la tarea del ex arquero de Racing fue buena. Ahí paga Diego, con este tipo de acontecimientos. El hombre del Catania garpó los platos rotos del aluvión Brasil y, sin embargo, no tuvo culpa en ninguno de los tres goles. Con Juan Pablo Carrizo la situación es parecida: de ser el “arquero del Mundial” pasó a integrar el puesto de tercer guardavalla, y cómodo. La verborragia le jugó una mala pasada al entrenador, quien se expuso sin necesidad, producto de su inexperiencia. Quedó preso de sus propias palabras. Y amaneció en offside.

La jugada de poner a Sebastián Domínguez (¿tiene nivel para vestir la albiceleste?) y a Nicolás Otamendi (un buen proyecto que fue peligrosamente agrandado por los medios y comparado con Roberto Perfumo por Maradona) salió mal, aunque en una de esas salía bien. Los sistemas tácticos sin la fuerza necesaria, la poca participación, por lo menos visible, de Alejandro Mancuso y Miguel Ángel Lemme, las improvisaciones que salen mal, por ejemplo, terminar en el Defensores del Chaco con Rolando Schiavi como centrodelantero. Y lo más grave y preocupante: la Selección no sabe a dónde va, no tiene un rumbo fijo, se compone por once almas que corren por compromiso y no por convicción, sin ganas, sin sangre. Y ahí deberá atacar el mejor futbolista de todos los tiempos para sacar a quien no esté a la altura de las circunstancias.

Diego tiene que entender que en algo está fallando, y los periodistas no tienen la culpa del pésimo rodaje argentino. Como siempre, es más fácil mirar hacia afuera y no puertas adentro, pero aquí, si se desvía el foco de atención, podría pagarse con el pasaje a Sudáfrica. Está perfecto que Maradona piense el realizar cirugía profunda con algunos jugadores que no lo convencen. En ese aspecto, elementos relevantes y de los pesados, dejan mucho que desear.

Lionel Messi aborrece. Es inexplicable. Después vuelve al Barcelona, entra treinta minutos y la descose, mientras que con la de su país no puede hilvanar dos partidos en buen nivel. El rosarino deberá hacer una autocrítica importante, porque jugando así no le sirve ni a él ni al equipo. Por ahora, pasa desapercibido y mantiene una deuda gigante con la camiseta de Argentina. Sergio Agüero, sólo crack en amistosos. Maximiliano Rodríguez, que aún vive del gol a México en Alemania 2006. Y, aquí, también sigue la lista.

Ahora, si la AFA piensa sumar un entrenador al cuerpo técnico (según Olé, sería Claudio Vivas) es porque confía poco en la persona que comanda el barco en la actualidad. Y por otro lado, Grondona reconoce implícitamente que se equivocó al contratar a Maradona, de lo contrario no se entiende este manotazo de ahogado a último momento. ¿Los cuestionamientos dentro del vestuario? Son saludables en la medida que sirvan para mejorar el funcionamiento, el diálogo acerca a las personas, siempre y cuando no trasciendan las cuatro paredes de la intimidad del plantel.

Por último, no habría que subestimar a Diego, un ser humano que se sobrepuso a situaciones extremas a lo largo de su vida. El momento es delicado, pero Maradona, sin contar con los principios básicos del librito que usan los técnicos, puede sacar las fuerzas de algún lugar (no se sabe desde dónde). Porque Maradona es Maradona, y su corona no está en el medio, a lo sumo fracasará como conductor de grupo, el resto es intocable. Seguro, como él mismo lo dijo, dejará “hasta la última gota de sangre”. Por lo pronto, con la motivación y el peso de la historia no alcanza.

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