sábado, 25 de julio de 2009

Omar Gómez: "Mi sueño es ser el técnico de Quilmes" (Parte 1)

Ahora tengo que ir un minutito al Centenario porque hay una prueba de pibes categoría 92. La hacemos allá, ¿te parece?”. Omar Hugo Gómez, sentado en una mesa del quincho de Alsina y Lora, saluda gentilmente y propone cambiar la nota de escenario. Ya en el estadio, se mueve como en su casa. Uno de esos pibes categoría 92 sale del vestuario con un buzo de River y Diego Daguerre, preparador físico y fiel ladero del mejor jugador que tuvo y tendrá el club, lo para en seco. “Sacate eso. Acá estamos en Quilmes”, advierte con tono firme. Aunque parezca un simple detalle, no lo es. Esa es la línea que buscan bajar. Y así debe ser dentro de una institución que necesita afianzar las raíces identificativas.

Cuando habla de Quilmes le brillan los ojos. Lo toma como algo propio, y algún merito habrá hecho para, prácticamente, tener la llave. “Conmigo podés charlar de todo”, dice en la previa, y traslada esa frase a la entrevista. Tener el lujo de un mano a mano con el Indio Gómez es algo que no muchos se pueden dar, por eso nada mejor que aprovecharlo y repasar toda su carrera, desde 1967 hasta la actualidad. Recuerdos, emociones, vivencias y, sobre todo, la humildad de los distintos, de los grandes. No se guarda nada. En su humanidad descansa la esencia misma del Quilmes Atlético Club.

Bienvenidos al mundo de Omar Hugo Gómez. Pasado, presente y futuro del número uno. La leyenda continúa…


-En el 67, con la prueba que hiciste en La Bernalesa, podríamos decir que tu carrera empezó como segundo marcador central.
-Es cierto, y es volver a lo maravilloso que me pasó en la vida. Me invitaron a hacer una prueba y Mingo Caparelli, que estaba a cargo del entrenamiento, empezó a armar los equipos. Tenía todo más o menos listo y preguntó, entre todos los chicos que estábamos ahí, quién jugaba de 6. Entonces, como no quería quedarme afuera, levanté la mano, empecé a jugar y quedé en esa posición.

-¿El debut en novena? Quisiste salir jugando y se complicó…
-Por características me gustaba salir jugando y no revolearla. En un par de veces me presionaron, me la chorearon y pasamos a perder 2 a 0.

-Y en el entretiempo pasas a jugar de 8.
-Si. Aníbal Díaz, que era el técnico, me dijo que ahí no podía jugar y me mandó de volante por derecha. Tuve la suerte de hacer los dos goles del empate. En definitiva, los que saben de fútbol, te van marcando en que puesto podes ir llegando a profesional. Yo digo que es el de arriba el que te toca con una varita y te elige.

-¿Desde chiquito hincha de Quilmes?
-Iba a ver a Argentino de Quilmes porque me quedaba cerca de casa, o seguía a River, como todos los pibitos, pero fui hincha de Quilmes desde que Mingo Caparelli me entregó esa pechera y me ficharon en la semana. Fui jugador e hincha de este club a muerte. Empecé a querer la camiseta y a ser un agradecido.

-Ahora, como entrenador, mirando chicos. ¿Te das cuenta a simple vista cuando un jugador es diferente? ¿O es necesario analizarlo demasiado?
-Mi virtud es que sé que todavía estoy aprendiendo. No soy el dueño de la verdad. Si bien me gustan los jugadores de buen pie, en estos puestos hay que saber elegir y ubicar. También enseñarles para que sepan jugar en posiciones que, al principio, les parecen raras.
-Tu cuerpo técnico debe ser fundamental en ese aspecto.
-Seguro, hay que apoyarse en el grupo de trabajo. Mi puesto de técnico no me da la libertad de ir y hablar con los chicos porque toman un poquito de distancia, justamente por ser el entrenador. Con Diego Daguerre, el profe que trabaja conmigo en la Sexta, es distinto. Me ayuda mucho para encontrar el mejor rendimiento.

-¿Qué sensaciones te invadieron en el momento de la presentación en Primera?
-Todavía lo siento. Pasó mucho tiempo y aún me acuerdo del partido, los movimientos que hice, cuando Pizarro (NdeR: Federico Pizarro, DT que lo hizo debutar) me dijo que iba a entrar… Fue un momento que me marcó en mi vida lo que podía llegar a ser. Entré como volante por la derecha y jugué como lo sentía, de mitad de cancha hacia delante siendo un delantero más.

-¿Las primeras jugadas como fueron?
-En la primera me tocó llegar al fondo y enganchar. El defensor pasó de largo, tiré un centro y generé una situación de gol. Después tiré unas paredes con Villa… Me sentí tan cómodo y tan bien que realmente fue el día más feliz de mi vida porque se convencieron de que podía jugar a pesar del pelito largo, de que era flaquito y que tenía las patitas chiquititas. Igual, técnicamente era distinto.

-Después de la mala campaña del 74 dijiste que muchos de los jugadores no sentían la camiseta de Quilmes. Algo similar a lo que ocurrió en los últimos años…
-Ésta es la camiseta mas linda del fútbol argentino. Tiene que sentirse orgulloso aquel que le tocar jugar con esta camiseta. Yo tuve la suerte de entenderlo porque aprendí en divisiones inferiores, porque me abrieron las puertas y me dejaron ser profesional. Y empecé a quererla de esa manera. Cuando uno se pone la camiseta de Quilmes tiene que defenderla con todo; con el alma, con la vida, con la cabeza, con los ojos, con la nariz, con lo que sea…

-¿En que tiene que pensar el futbolista?
-Fundamentalmente en el hincha de Quilmes, porque el hincha tiene sentimientos especiales: idolatra a aquel que le devuelve adentro de la cancha lo que el hincha necesita. Y si no lo hacés es simplemente por falta de sentimiento para con el hincha, con la camiseta y por este club que, para mí, es lo más grande que existe.

-Me imagino que en tu rol de técnico es lo que buscas inculcarle a los juveniles…
-Ese es el mensaje que se le da a un chico de divisiones inferiores. Uno tiene que ser hincha del club donde juega, tiene que empezar a quererlo, a respetar a los hinchas, a ser muy profesional cuando entra a la cancha porque es lo que necesita el hincha, que hace el esfuerzo para ir a un estadio de fútbol. Y el jugador, que lo concentran, que le dan el desayuno, el almuerzo y la cena, que lo tapan si hace frío, que lo destapan si hace calor, que lo traen en un micro espectacular… Tiene que demostrarlo en la cancha.

-En el 75 se formó un plantel que pudo salir campeón. ¿Qué significó para vos como chico de inferiores e hincha de Quilmes?
-Primero agradecer todo eso. A los compañeros que tuve y a los dirigentes que eran realmente capacitados y lograron conformar un grupo humano sensacional. Feliz por haber integrado la base de ese equipo que salió campeón ganándole a todos. Ascender a Primera y ser elegido por los hinchas como un futuro ídolo fue algo que me llevó muchísimo trabajo. Estaba Palín González, Miguel Ángel Cottón, Rodolfo Fucceneco, Mainonis, Héctor Cigogna… Había un montón de jugadores y le debo mucho a la gente que, a los 19 años, me aconsejó.

-¿Cómo tomaste ese mismo año el hecho de no haber podido ir al Sudamericano de Perú?
-Lo tomé muy bien, si no fui era por la importancia que tenía dentro de Quilmes. Yo estaba jugando en un equipo que iba a salir campeón, el grupo lo sabía. A esa competencia, en esos años, no se le daba la importancia que se le da hoy. Me sentí feliz de que el presidente y el técnico del club (NdeR: Julio Cassanello y Antonio D´Accorso, respectivamente) y mis compañeros hayan tomado la determinación para que me quedara y así salir campeón. Quiere decir que era una pieza importante.

-¿Te quedó algún otro recuerdo de esa campaña?
-No perderte un partido del año 75 era sensacional. Todos a cancha llena, con la ilusión del hincha Cervecero, sabiendo que le íbamos a ganar a todos… Y bueno, así se dio. Mi felicidad pasa por no haberme perdido ningún detalle.

-¿Hubo algún altercado con Juan Carlos Lorenzo por el cuál no pudiste pasar a Boca?
-Si, hubo algo de eso. Nos reunimos en una estación de servicio con Juan Carlos, su socio y mi gran amigo del fútbol que fue Ricardo Lupo. Charlando con ellos me dijeron que me querían comprar para que fuera a Boca, pero que un dinero que me correspondía no lo iba recibir yo. Querían pagármelo después, en premios y no sé que más. Me negué totalmente y no quise saber nada con Boca. La plata mía era mía…

-¿Entonces?
-No se dio y listo. A pesar de mi humildad y de mi necesidad aprendí que debía caminar siempre por la vereda de las buenas personas. Al final te quedas con los amigos y no con los partidos de fútbol.

-La dignidad no se negocia…
-Exacto.

-¿No fue una cuenta pendiente haber jugado en uno de los grandes?

-No no no, sin ninguna duda que no. La historia y todo lo que gané con Quilmes no lo hubiese ganado si me hubiera ido. Soy feliz con lo que le dí al hincha, con lo que ellos me ofrecen y me devuelven todos los días en la calle y con saber que esta es mi casa y que me puedo quedar todo el tiempo que quiera.
-Otro nuevo capitulo inconcluso se abre en la Selección. ¿Bronca por la lesión que te privó de estar en la preselección de Menotti para el 78?
-Yo no digo que me perdí el Mundial por ese problema que tuve contra Boca, pero seguro alguna lágrima se me habrá escapado; son fatalidades que ocurren en el fútbol. Pero también después pude salir campeón con Quilmes, pude disfrutar de dar una vuelta en Primera División con mi Quilmes, con el club que yo más quería, el que me dio la posibilidad de tener un futuro bueno.

-No hay mal que por bien no venga
-Seguro. Gracias a ese campeonato hoy sigo caminando por la calle y hay gente de edad avanzada que me abraza y lloramos juntos porque sabemos que los dos estuvimos en el Gigante de Arroyito dando una vuelta olímpica.

-El equipo del 78 se armó sin estrellas y con un presupuesto bajo. ¿Qué recordas de la evolución de ese grupo?
-Empezamos muy bien porque sabíamos que López y Caballero eran dos tipos trabajadores en esto del fútbol, pero les faltó la cuota de alegría. Al profesional le gusta entrenar y trabajar siempre, pero dentro de ese entrenamiento exigente tiene que haber alegría. Ellos fallaron en ese aspecto, fueron reprimiendo nuestra felicidad y eso al jugador lo predispone de otra manera.

-¿Y Yudica devolvió la alegría?
-Yudica nos conocía, nos habíamos salvado del descenso el año anterior y sabíamos que clase de persona era. Cuando llegó le devolvió la alegría que necesitaba el plantel, y eso fue sumando al gran grupo que se armó. José es otro elegido. Con él nos hicimos fuertes y a medida que pasaron los partidos nos afirmamos. Yo igual no digo que a mitad de campeonato sabíamos que íbamos a ser campeones.

-¿Cuándo se convencieron?
-Faltando siete u ocho fechas el grupo se convenció. Y así lo logró.

-¿El punto de inflexión fue el partido con Independiente?
-Creo que ahí cada uno se fue convenciendo de que empezábamos a tener la suerte que necesita todo campeón. Fue un partido complicadísimo. Independiente tenía un equipo bárbaro y ganarle a los grandes no era tan fácil en esa época. Cuando Merlo entró e hizo el gol nos dimos cuenta de lo que teníamos: un buen grupo, éramos ordenados, difíciles de vencer, le podíamos ganar a cualquiera y también tuvimos la cuota de suerte. A partir de ahí fuimos creyendo cada vez más hasta que conseguimos una posibilidad. Estaba Boca adelante, no era sencillo.

-¿Cuál fue la clave para bajarlos?
-Aprovechar al máximo esa posibilidad. Yudica dijo antes de entrar al estadio de Central que estábamos a un pasito de tocar el cielo con las manos, que dependía de nosotros. Era eso, ir y tocar la gloria, algo que el jugador de fútbol tiene que sentir muy adentro. No sabíamos qué premio íbamos a cobrar ni nada relacionado al dinero, sólo nos interesaba salir campeones, meternos en la historia de este club y tocar el cielo con las manos.

-¿Cómo manejaron el tema del entorno en la previa al último partido?
-Entrenamos normalmente como todo el año. Nos iban a ver periodistas, un montón de gente que nos alentaba. Supimos manejarlo con la humildad que Yudica nos transmitía. Estábamos a un pasito pero no habíamos ganado nada, por eso seguimos trabajando de la misma manera.

-¿El viaje a Rosario cómo fue?
-Viajamos un día viernes y el sábado entrenamos en la cancha de Newell’s, siempre con la misma alegría que caracterizaba a ese plantel, ya convencidos. En la semana nos hacían notas los periodistas y nosotros decíamos que íbamos a ser campeones. Faltaba jugar el partido pero el grupo estaba totalmente mentalizado.

-¿Qué se te cruzó por la cabeza cuando terminó el partido?
-Es imposible narrar lo que sentís, hay que vivirlo. Sí, te viene a la cabeza tu papá, tu mamá, tu señora, tu hijo, tus amigos y la felicidad que seguro ellos tenían… Pero la sensación que llevas adentro de tu cuerpo es imposible de explicar. No sabes con quién abrazarte, qué hacer, si saltar, si gritar, si tirarte al piso o si nadar (sic). Son sensaciones que las sentís cuando logras ganar un campeonato.

-Debe haber sido increíble levantar la cabeza y ver a todos los hinchas de Quilmes festejando…
-Cuando entramos a la cancha y vimos esa tribuna dijimos, entre nosotros mismos, que no podíamos perder por la gente que había venido. Al verlos cuando terminó el partido era como expresarles, en forma de agradecimiento, por habernos acompañado, por haber tenido fe en nosotros, por haber creído en ese grupo. Le devolvimos lo que ellos fueron a buscar, que era el título. Pudimos lograrlo gracias a su acompañamiento, a nosotros, al cuerpo técnico, a los dirigentes, al arbitró que fue un fenómeno…

-¡¿Al árbitro?!

-Claro, porque cobró dos penales que fueron, pero, en esa situación, jugando el campeonato contra Boca, no sabíamos si iba a estar en condiciones de cobrarlos o no. Yo creo que fue un fenómeno (NdeR: el árbitro fue Arturo Ithurralde).

-¿Cómo fue el regreso en caravana con los hinchas?
-Fue maravilloso. Alegría por todos lados, por donde te asomabas había banderas de Quilmes, el micro cantando todo el viaje, la cantidad de autos y de camiones fue impresionante. Llegar al estadio de Guido y Sarmiento y ver la cancha llena a las dos de la mañana cuando llegamos para dar una vuelta olímpica y a entregar camisetas. Inolvidable. Seguimos abrazándonos con la gente recordando ese día.

-¿Qué podes decir de José María Algañaraz?
-Fue el mejor tipo que conocí en este club, quien le dio maravillosas cosas. Siempre tengo palabras de elogio y de lo grande que fue. Los muchachos del 78 sabemos lo importante que fue él para nuestro grupo. La inteligencia del Gordo desbordaba. Era el nexo entre los dirigentes y jugadores. Estamos convencidos que fue gran parte de ese campeonato ganado.

-¿Se siguen juntando los campeones?
-Si, siempre que nos juntamos con los muchachos le agradecemos a Dios que nos haya regalado esa tarde, esa noche y todos estos años. En realidad hubiésemos deseado que Quilmes hubiera repetido un montón de veces lo que nosotros vivimos.

-¿Qué debería pasar para volver a pelear un campeonato en la máxima categoría después de tanto tiempo?
-Tener una buena organización, buen trabajo en divisiones inferiores, creer que Quilmes lo puede lograr, trabajar para eso y tener la suerte que tuvimos nosotros ese año. Como está el fútbol hoy, los clubes que se fueron organizando crecieron demasiado, como Lanús, Banfield, Vélez. Más que nada tenemos que organizarnos y creer en el apoyo de nuestra ciudad, que va a estar continuamente al lado de este club. Hay que hacer las cosas profesional y seriamente.

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