martes, 2 de junio de 2009

La silla eléctrica


En un país donde los proyectos no existen, los directores técnicos funcionan como fusibles en caso de malos resultados. Ya nada se respeta, el trabajo pasa a un segundo plano y sólo se mide con la vara del triunfalismo imperioso. Desprotegidos muchas veces por los mismos que les ofrecen el cargo, deben remar contra la corriente para abstraerse de las externalidades que persiguen la cosecha masiva de unidades. Un cargo difícil, lleno de presiones y de exigencias que, muchas veces, deben soportar en inferioridad numérica, o rodeados por unos pocos.

Mantener el microclima del vestuario es fundamental. Las diferencias (aunque sean mínimas) con los jugadores, a veces, son determinantes para la continuidad. Hay casos en los cuales un plantel, o un grupo reducido de futbolísticas, van en contra de los intereses del DT y se preocupan más por desestabilizarlo que por alcanzar el objetivo trazado. Actitudes desleales que se presentan en demasía. Por momentos, la falta de seriedad sorprende a propios y extraños.

En la otra cara de la moneda, subyace una cuestión singular: lejos de jugar el papel de carmelitas descalzas, los DT también se las ingenian para dejar el barco e irse a algún otro club que los seduzca. Diversos entrenadores se quejan de las injusticias del sistema pero luego, cuando son debidamente respaldados (en ocasiones efímeras) y deben “devolver” esa confianza, contestan con salidas relámpago. Aunque en el contexto del fútbol argentino nada debería sorprender. Como se transmitió en notas anteriores, los códigos no existen en el deporte más popular de nuestro país.

Terminan siendo victimas en algunos casos y victimarios en otros. El circuito, en general, funciona con altibajos y el negocio produjo que los protagonistas circulen con el cuchillo afilado, esperando para dar el zarpazo.

Los períodos de los técnicos, a medida que pasen los años y si persiste la máquina devoradora, van a ser cada vez más cortos. La tendencia a cambiar de timón se volvió una costumbre y la brecha de la tolerancia besa los límites del suelo. Como consecuencia, el espectáculo paga las miserias de un fútbol que convive con la devaluación diaria.

1 comentario:

  1. CUANTA VERDAD CAMILO . ......ES UN CARGO DIFICIL ,
    ¡¡Felicitaciones por tu comentario !!, siempre destacados por tanta claridad.-

    Abrazo

    Sony

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