miércoles, 18 de marzo de 2009

No suma, sólo resta


La pelea mediática entre Diego Maradona y Juan Román Riquelme eclipsó todas las miradas del mundo futbolístico. Como si se tratase de dos púgiles norteamericanos, cada uno buscó el punto débil para salir airoso de una trifulca que solo resta, y mucho más cuando en el medio de la balacera se encuentra la camiseta Nacional, aquella que ambos se encargan de enaltecer figurativamente, por que en los hechos, solo consiguen pisotearla.

El mejor jugador de la historia, “inducido” por periodistas (por ejemplo Marcelo Palacios) que levantan la bandera del amiguismo para sacar pecho, se equivoca en la forma de expresar sus sensaciones, quizás esa sinceridad brutal le jugó en contra nuevamente. Todo se potencia por la susceptibilidad de un Riquelme que, si todo no gira alrededor suyo, hace pucheros y se siente desplazado. Eso sí, a favor del enganche, está la bronca lógica de escuchar por televisión una evaluación técnica-táctica de Maradona sin antes haber levantado el teléfono para decirle las cosas de frente. En el manual de las estrellas, ese ítem cae como un gancho al hígado, más allá de la histeria riquelmeana. Román, en una decisión discutible, aduce no manejarse de la misma forma que el técnico de la Selección y da un paso al costado. Él, después de abandonar por segunda vez, debe entender que todo no se puede hacer a su gusto y que, con 30 años en el lomo, tendría que tener la suficiente capacidad como para comprender que es un jugador de fútbol y no una vedette de calle Corrientes.

Las interpretaciones pueden ser miles. Cada uno tendrá una opinión diferente y es válido que así sea. Por lo pronto, el técnico queda expuesto pero internamente sabe que con la renuncia de Riquelme, el equipo se saca un peso de encima: es público que la gran mayoría de los integrantes del Seleccionado no están cómodos trabajando con el hombre de Boca (cantito incluido pos Escocia y Francia, sin mencionarlo nunca, pero dejando en evidencia el pedido de no convocarlo más). Ahora, ya sin excusas en el medio, Diego y los futbolistas que siguen deberán trabajar para que Argentina, en Sudáfrica 2010, levante la Copa por tercera vez en su historia.

Acá no gana Maradona ni gana Riquelme. Como se dice siempre, la camiseta está por encima de cualquier nombre propio, y en éste caso, tanto uno como el otro, dejaron de lado el amor por la camiseta para priorizar el ego personal. Eso no se hace.

El tiempo, único juez, dará sentencia dentro de un tiempo y como todo en el fútbol, estará supeditado a lo que marquen los resultados, aunque éstos no sean el verdadero protagonista de la cuestión. Lo concreto es que la única damnificada es la gloriosa Celeste y Blanca, el resto, termina quedando en segundo plano. La Albiceleste llora por que acá, sin comerla ni beberla, fue dejada en clara posición adelantada.

Para finalizar, y siendo un convencido que ningún extremo es conveniente, no termino de comprender a los periodistas que le chupan las medias (por no utilizar un término más duro) a Maradona haciéndole creer que todo lo que dice está bien. Así como tampoco justifico a los que están enamoradas de Riquelme y dicen barbaridades como por ejemplo: “Messi y Mascherano son un Riquelme”. Lo curioso es que se juntan, de lunes a viernes, a debatir con subjetividad y a defender a sus “protegidos”.

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