domingo, 29 de marzo de 2009

De la mano de Dios


La ansiedad de los hinchas subía cada vez más. La suya, totalmente incontrolable, provocaba un latido por encima de la medida habitual. Un Estadio Monumental colmado aguardaba la salida de los jugadores, pero por sobre todas las cosas, ver el debut oficial de un tal Diego Armando Maradona en el banco argentino era el principal atractivo. Para conseguir eso, miles de personas pernoctaron extensamente y dejaron en la tesorería, casi 5 palos de moneda local.

Los futbolistas, en fila, fueron saliendo para realizar la entrada en calor dentro del campo, algo poco común. Por atrás, con indumentaria de AFA, el mejor jugador de todos los tiempos asomó su humanidad y fue transitando, con la compañía de un buen número de fotógrafos, los metros que separan el vestuario de la cancha. El público, al advertir la situación, le regaló una merecida ovación, la cual fue retribuida con manos en alto y aplausos. Diego, exteriormente firme pero internamente emocionado, aprovechó para arengar a sus jugadores mientras estos comenzaban a moverse.

El tipo que, como dijo Rodrigo, “llenó de gloria este suelo” defendiendo a muerte la camiseta Argentina, ahora tenia en sus manos la obligación de elegir 11 jugadores encargados de cristalizar su ideología dentro de un rectángulo. El enamoramiento fue a primera vista, ahora faltaba ponerle el sello y deleitar a un simpatizante siempre exigente. A las 19 horas, Maradona expuso su nueva creación.

Con un tridente compuesto por Lionel Messi (heredó la 10), Sergio Agüero y Carlos Tévez, la promesa de buen fútbol estaba sobre la mesa. Enfrente, Venezuela, que nunca en la historia había podido sumar ante Argentina, apostaba a una defensa firme para llegar, de contragolpe, al arco defendido por Juan Pablo Carrizo. Por suerte, el combinado visitante no tuvo los recursos necesarios para dar el batacazo y terminó rendido rápidamente.

El dominio, territorial y posicional, fue siempre de Argentina, aunque la Vinotinto, gracias a su buena predisposición, hizo que los espacios para atacar no fueran abundantes. Messi, bien abierto sobre el sector derecho, manejaba los hilos pero, a la hora de conectarse con algún compañero, sufría complicaciones. La pelota era impulsada siempre por un botín argentino, pero las situaciones no llegaban. Recién a los 25 se pudo quebrar la resistencia venezolana y cuando esto ocurrió, los muchachos de Pelusa no perdonaron.

Javier Zanetti se antepuso cuando Carrizo iba a tomar un balón suelto en el área y salió jugando. Casi la pierde, pero fiel a su estilo, se las arregló para adueñarse del cuero. Arrancó con el ritmo que lo caracteriza y, cruzando la mitad de la cancha, jugó con Tévez. El hombre del Manchester asistió a Messi y este devolvió para finalmente recibir, de primera, la pared con un pase en cortada. La Pulga controló de zurda y muy sutilmente, con el borde interno, acomodó el esférico junto al segundo palo de Renny Vega, arquero de Venezuela.

Los de Maradona continuaron con la presión pero los caminos eran estrechos. El ahora 10 de la Selección, siendo siempre desequilibrante, metió un pase excelente para dejar mano a mano a Agüero, quien gambeteó a Vega pero su toque fue despejado por un defensor que llegó a cerrar cuando la pelota tenía destino de red.

El primer tiempo se perdió y Argentina, habiendo ejercido una superioridad abismal, tuvo complicaciones para golpear a su rival. El equipo de César Farías, en ofensiva, produjo realmente poco y apenas inquietó con un disparo que fue bien rechazado por el arquero. La defensa local, si bien no tuvo sofocones, mostró algunos desacoples que, de haber jugado contra otro adversario, podían salir caros.

La segunda mitad empezó a todo trapo. En el primer avance, Lio Messi, ganando por su franja, metió un centro alto y abierto que capitalizo su socio en el armado del grito inicial. El delantero nacido en Fuerte Apache, entrando por el fondo, enganchó la pelota de aire y definió para liquidar el cotejo. Por el flanco diestro, Messi, la figura de la cancha, gravitaba cada vez que se lo proponía. Pocos minutos después, el Kun mandó el centro y Maximiliano Rodríguez, con un toque suave, culminó la acción. Venezuela nunca llegó a tener la pelota y Juan Arango y César González, creadores de juego, se perdieron en la cancha. Ni hablar del referente de punta, Giancarlo Maldonado.

Ya la fiesta era total, y para redondear, llegó el cuarto: Jonás Gutiérrez, ubicado sobre la izquierda, pasó en corto hacia Agüero. El del Atlético Madrid gambeteó a dos jugadores y sacó en débil remate que entró entre las piernas de Vega, quien respondió de manera espantosa. Para el cierre, Messi deleitó a los espectadores con dos apiladas fenomenales que merecieron terminar en gol pero que se fueron por muy poco.

El técnico Albiceleste, como primera variante, mandó a la cancha a Juan Sebastián Verón en lugar de Carlos Tévez, que salió fatigado. La Bruja, cada vez que tocó la pelota, fue silbado por parte de la hinchada. En forma de respuesta, él contesto con lo que mejor sabe hacer, que es jugar a la pelota. Fue inteligente para moverse en el campo y dentro de sus limitaciones físicas (jugó infiltrado a raíz de un golpe en el empeine) hizo circular la pelota administrando a un toque, o a lo sumo dos.

El peruano Víctor Hugo Rivera, árbitro del encuentro, bajó el telón y la Selección pudo festejar un triunfo importante que lo vuelve a acomodar en los puestos de vanguardia.

Es cierto, el equipo de Venezuela se fue desmoronando con el correr de los minutos, pero Argentina tuvo que luchar demasiado para contrarrestar el planteo ultradefensivo que propuso Farías, por eso no hay que desmerecer los tres puntos. Messi mostró un nivel interesante y todo el pueblo se ilusiona con ver al crack que la descose en la Liga de España todos los fines de semana. Agüero no jugó bien pero aportó con su cuota goleadora, al igual que Sir Charles. Mascherano, como nos tiene acostumbrados, fue importante en el medio.

Más allá de las individualidades, aun quedan cosas por mejorar y hay que seguir trabajando para no repetir errores, sobre todo en la faz defensiva. El camino es el adecuado y Diego Armando, con el respaldo del hincha genuino, demuestra que tiene herramientas para limpiar el “Rolls Royce lleno de tierra” que recibió en octubre de 2008.

Volvió Maradona. Volvieron las ganas de ver a la Selección, así como también las esperanzas renovadas y los resultados abultados. Volvió la mística. Volvió la identificación con la Celeste y Blanca. Volvió la alegría de ver al máximo Rey conduciendo al representativo nacional. En fin, volvió todo lo que Diego Armando Maradona puede transmitir. Ahora, a trabajar y disfrutar. Desde acá, toda la suerte Diego, te mereces esto y mucho más.

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