miércoles, 18 de marzo de 2009

Los códigos de la codicia


En el glosario del fútbol argentino, algunas palabras fundamentales para su desarrollo pierden el significado o directamente no existen.


El deporte más lindo del mundo, como lo definió el relator Luis Omar Tapia, entró en la vorágine del mundo actual y en cierto punto traspasa la línea de lo vulgar. Quienes se adaptan al medio, pueden persistir con el correr de los años. Quienes se ven superados, son devorados por un sistema deglutidor.

El límite entre lo moralmente correcto e incorrecto, es responsabilidad de cada individuo, aunque siempre es recomendable transitar por la mano derecha. Muchas veces vende más el contorno (marketing, facilidad para declarar, etc.) que la propia capacidad, cuando debería ser todo lo contrario. Por suerte los que aún conservan el valor de la palabra, a la larga o a la corta, obtienen resultados institucionales, que van de la mano con los deportivos y económicos.

Los protagonistas (jugadores, directores técnicos, dirigentes), para justificarse o fundamentar acerca de alguna situación, utilizan la palabra “códigos”; según el diccionario, dicho término hace referencia a un “cuerpo de leyes que forma un sistema completo de legislación sobre alguna materia”. Ahora bien, tratándose del mundo futbolístico, ¿Existen las leyes? ¿Existen los códigos? ¿Cómo se aplican los “códigos” dentro del fútbol?

Primero es oportuno aclarar que los códigos son totalmente abstractos ya que no están escritos en ningún lado ni figuran en los libros. Por éste motivo, cada uno le da una interpretación diferente.

Los resultados son los que mandan. La realidad de los clubes conspira contra las aceptables condiciones que un trabajador debe tener para cumplir su tarea cómodamente y las internas solo la saben los que están en ella. Lamentablemente para los que amamos el fútbol, se ha entrado en el mundo del vale todo y eso, de ser posible, habría que erradicarlo urgentemente. Los actores principales viven el hoy por que no saben que será del mañana.

A continuación se presentarán algunos ejemplos cabales de lo expuesto anteriormente, pero antes vale una aclaración: los dirigentes, en su gran mayoría, no encuentran salida a los problemas que se le presentan cotidianamente y no pueden cumplir con sus obligaciones. Los jugadores y los técnicos “huyen” buscando un destino mejor, desde el punto de vista monetario y profesional. Ésta es una realidad insoslayable, pero más allá de eso, los códigos que muchos dicen pregonar, parecen no existir. Y si existen, están rotos, desde hace mucho tiempo.

Diego Pablo Simeone, por entonces técnico de Estudiantes de La Plata, tenía contrato vigente por seis meses más con la institución pero ante un llamado de River Plate, optó por mudarse al club de Núñez, tentado por la posibilidad de dirigir uno de los equipos grandes del país. Públicamente atribuyó su salida a la falta de refuerzos de jerarquía para afrontar el campeonato local y la Copa Libertadores. La revoltosa salida fue motivo de enojo del ídolo Pincharrata, Juan Sebastián Verón, quien lo acusó de no haberle dicho al plantel las cosas de frente.

Hace pocos meses, Juan Amador Sánchez conducía a Almagro y los resultados no acompañaban, a pesar de que eran superiores a los del ciclo de Horacio Cirrincione, su antecesor. En la última fecha de la primera rueda su equipo visitó a Chacarita en la cancha de Ferro. El “local” ganó contundentemente y la caída trajo como consecuencia el alejamiento del director técnico. Fundamentó su decisión diciendo que a los jugadores se les debían varios meses de sueldo y además, la situación institucional del club no era la mejor para llevar adelante un proyecto. A los pocos días selló su arribo a Talleres de Córdoba. Una salida poco clara y un tercero (Talleres) que “tuvo influencia” en la decisión de Sánchez.

Vicente Stagliano, incluso haciendo una aceptable campaña bajo el mando de Temperley (está en zona de octogonal), dejó el club Gasolero para asumir, con acción relámpago de por medio, en el Deportivo Morón. Los motivos fueron cortocircuitos con la dirigencia debido a una deuda de menos de dos meses con el plantel, cosa que suele ocurrir hasta en equipos de la máxima categoría. Sabido es el cariño del Tano para con la institución del Oeste, pero como suele suceder en estos casos, se generaron innumerables suspicacias.

Está claro que en el fútbol se desvirtuó todo: los clubes buscan técnicos que tienen contrato vigente con otros equipos, los poderosos de Europa roban jóvenes promesas ofreciendo un futuro mejor para la familia, los grandes de acá hacen lo propio con los más débiles y el desprecio por el trabajo del otro es mayúsculo. Los técnicos, al igual que muchos jugadores, no respetan lo que tienen firmado y se van.

Ya no existe la coherencia ni el sentido común. El amor por la camiseta solo es sostenido por unos pocos. La seriedad, desde que existen los apuros, no está presente y lo único real sigue siendo la pasión que le ponen los hinchas genuinos, que a pesar de la inseguridad y de los aumentos elevados que impulsó la AFA, siguen diciendo presente fin de semana tras fin de semana. Por favor, no utilicemos más la palabra “códigos” cuando hablamos de fútbol. Evidentemente ya están fuera de circulación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario