domingo, 17 de julio de 2011

El orden de los factores altera el producto

El cordón umbilical que unía a la Selección con el deseo manifiesto de imponerse en la Copa América se cortó sin dejar destellos de fertilidad. La derrota por penales ante Uruguay se robó el primer gran capítulo de la historia que Sergio Batista tejió con Argentina. La dulzura del mensaje del Checho no se plasmó en la cancha y la certeza teórica fue devorada rápidamente por el desaliento que gobernó al equipo a lo largo de la competición. Otra vez la decepción patrocinó la retirada en seco de una estructura que se desmoronó sin atenuantes. Otra vez se rifó el prestigio de una Selección que se acostumbró a vivir de recuerdos. Las evidencias condenan. El presente es el reflejo noble de un arrastre de errores que eclosionan cada vez que Argentina participa de un certamen importante.

Batista borró con el codo lo que escribió con la mano y se perdió en su propio laberinto. Comandó una procesión de ilusiones inconclusas. Con un libreto inexplicable, repleto de ideas ajenas y carente de idoneidad genuina, desnudó su poca personalidad para afrontar el desafío de dirigir a uno de los combinados más pesados del mundo. Las idas y vueltas con Carlos Tevez encarnan la raíz del mareo del entrenador. De prescindible a titular indiscutido; de inamovible a suplente; de suplente estático (después de salir ante Colombia, no ingresó contra Costa Rica) a variante en el cotejo frente a Uruguay. La presión acabó con las convicciones del Checho, quien modificó la matriz luego de las dos primeras presentaciones pero no halló respuestas.

En el afán de extraer los genes del Barcelona, Batista se olvidó de confeccionar un conjunto equilibrado, parejo y solidario. Justamente a Argentina le faltó ser un equipo. Y si bien las individualidades no relucieron, el director técnico no consiguió ensamblar las piezas para que el funcionamiento integral propicie el desarrollo del andar particular. La Selección no se puede dar el lujo de desperdiciar la inmensidad de Lionel Messi, el mejor jugador del mundo. Sin equipo, Messi será una estrella a contramano, incomprendida, como hasta ahora.

Esta Copa América despertó una tendencia preocupante: Argentina fue superada tácticamente por sus rivales, que con conceptos frescos doblegaron la endeble resistencia nacional. Bolivia, Colombia y Uruguay, cada uno con su estilo, aplicaron esquemas que Argentina no pudo quebrar. No haber optimizado el rendimiento y la consistencia en el mediocampo fue un factor clave en la oscilación del elenco de Batista. Tampoco contribuyó la inseguridad defensiva y la ineficacia de los delanteros.

“Hace dos meses firmé mi contrato: uno tiene que continuar el trabajo. No se me pasa por la cabeza renunciar”, dijo Batista en la conferencia de prensa que brindó tras la eliminación. Si va a seguir adelante deberá plantearse cómo piensa encarar el futuro, porque por esta senda sólo se percibe oscuridad. Habrá que analizar quiénes están en condiciones de mantenerse en el plantel y quiénes no. Habrá que encontrar el rumbo. Los futbolistas, por su parte, tendrán que responder por no haber estado a la altura de las circunstancias.

Por ahora no aparece el proyecto que tanto sugiere Batista. Al Checho le faltó tacto y le quedó holgado el rol de conductor. Víctima de la confusión, alteró el orden natural de los factores y, como consecuencia, el producto no alcanzó a esquivar el surco que dejó la imprudencia. El peor fracaso de la Copa América no fue el resultado, sino haber concluido sin argumentos sólidos para presagiar un futuro diferente.

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