jueves, 16 de junio de 2011

¿Qué miran los dirigentes?

El fútbol argentino atraviesa momentos complicados. No es ninguna novedad. Las adversidades cotidianas se propagaron con el tiempo y el aluvión que parecía pasajero se estancó en un clima de nubosidad invariable. La histórica mirada distraída de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), con Julio Humberto Grondona como exponente paradigmático, y la mediocridad de un mensaje opositor (liderado por Daniel Vila, otro déspota de idéntica calaña) que desea desbancar a la actual conducción para gobernar con la misma impunidad, son la primera manifestación hostil de un presente signado por la confusión. Golpes bajos, desidia, intolerancia e indecisión… Un cóctel fulgurante que deteriora la honestidad de una clase vapuleada por su propia deficiencia.

¿Qué miran los dirigentes? La composición de la pregunta implica una respuesta sencilla en esencia pero compleja en su aspecto analítico. Los dirigentes, en general, se pliegan al discurso de Grondona: poca información, poca reflexión y poco pecho para asumir las responsabilidades. Desligarse de los focos de conflicto, acusar con el dedo inquisidor y fomentar maniobras de persuasión son algunos puntos de la lista que necesitarían revisar para progresar. Deben tener la mano grande para ocultar semejante radiación.

Los manejos con las barrabravas y los reiterados hechos de violencia que generan las disputas internas desvisten un rasgo que evidencia el poder que le han otorgado a un grupo de individuos que vieron un negocio y lo explotaron del peor modo. El fenómeno creció gracias al aporte de aquellos que conducen las instituciones, de los organismos de seguridad y, fundamentalmente, de la escasa voluntad política (a nivel clubes y a nivel nacional) para combatir los problemas. Claro, ¿cómo van a combatir lo que ellos alimentan y luego encubren?

En el plano deportivo podría plantearse el mismo interrogante ocular. Las urgencias y los miedos despojaron la consolidación de los proyectos y, como consecuencia, aumentó el nivel de improvisación. Entender el juego no es condición necesaria para ser dirigente, aunque a veces el desconocimiento no los favorece. La función principal del dirigente es saber administrar, planificar y optimizar la efectividad entre aciertos y decisiones. No obstante, la deformación conceptual desnuda debilidades que conspiran contra la evolución.

La contratación de directores técnicos, como un hito dentro de la rutina de los dirigentes, se transformó en una quimera en la que los directivos se guían más por el impulso que por la razón. Y a partir de ahí nacen los errores. Generalmente no se sigue un criterio para designar un entrenador: en el abanico están los mismos nombres y no queda claro qué estilo tiene cada uno ni qué perfil busca el club. En ese alboroto se tejen procesos cortos, inestables y desprolijos. Si sale bien, adelante; si no, se regenera el círculo vicioso.

Los maquinistas de este tren van a ganar terreno cuando se sienten a unificar pautas y a determinar cómo pretenden trabajar de cara al futuro. Las instituciones son particulares, pero el fútbol es uno solo. El desarrollo sostenido llegará el día en que la seriedad no se deje vencer por los temores. Por ahora no queda claro qué es lo que miran los dirigentes.

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