sábado, 26 de febrero de 2011

Falcioni juega fuerte

Julio César Falcioni transpira personalidad. Porque para excluir a Juan Román Riquelme, además de argumentos futbolísticos, hay que tener personalidad. Falcioni, con sólo dos partidos oficiales al mando del Xeneize, sabe que craneó una movida fuerte, pesada. Sacar a un hombre venerado por los hinchas de Boca hasta cuando no juega puede ser contraproducente si los resultados no acompañan. Pero hay una realidad: toda decisión implica un riesgo. Pelusa prefiere guiarse por su convicción antes que elegir el camino más fácil, complacer a uno de los referentes del plantel y, así, renunciar a un principio básico en el manual del conductor de grupo. Entre Falcioni y Riquelme hay una diferencia esencial: el entrenador piensa en el equipo y toma a Riquelme como un componente más del plantel, mientras que el volante, quien se considera indispensable, prioriza su rol y luego mira a los costados. Como consecuencia, la convivencia entre ambos es dificultosa porque el choque de pretensiones es inevitable.

“Va a jugar el que está mejor”, suelen aseverar los directores técnicos. Sin embargo, no son muchos los que cumplen la premisa. Desde el punto de vista deportivo, la resolución de Falcioni es sustentable. ¿Por qué? Porque el semestre pasado Riquelme nunca estuvo en condiciones físicas para salir a la cancha, se lesionó seguido y en 2011 no sumó minutos en los torneos de verano. Además, Falcioni, un amante legal del 4-4-2, consiguió solvencia con su esquema predilecto. Por su parte, Riquelme hace fuerza más con sus antecedentes que con su presente, porque en los últimos tiempos no pudo conseguir estabilidad en la continuidad y, por consiguiente, en el rendimiento.

Pelusa hace uso y mención de la potestad que le dieron los dirigentes cuando lo contrataron. Falcioni cobra un sueldo y Boca le paga para que tome decisiones. Ahí florece la verdadera capacidad de un entrenador. El que se equivoca menos es el que maximiza el potencial de los jugadores. Falcioni calcula y va tras su creencia. Incluso, sumido en un alud de persuasión, relegó a Walter Ervitti, quien llegó al Xeneize por expreso pedido del director técnico. Eso, sin dudas, provoca que en Falcioni aumenten las acciones de la credibilidad.

Jorge Amor Ameal, como principal autoridad del club y como gran impulsor del desembarco del ex orientador de Banfield, carga parte de la culpa en el cortocircuito entre Falcioni y Riquelme. ¿El presidente no sabía que Falcioni jugaba sin enganche? Los fundamentos de la elección son un enigma que sólo Ameal puede dilucidar. En un año electoral, y después de dos ciclos interrumpidos (Abel Alves y Claudio Borghi), Ameal necesita calma para ordenar su futuro político, aunque en esta disputa pierde más de lo que gana. Sus últimas medidas medulares fueron la designación del nuevo entrenador y la renovación del contrato de Román. Pero ahora ve que las fichas no logran relacionarse y si Boca no gana puede ser el principio del fin.

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