domingo, 13 de diciembre de 2009

Banfield, un justo campeón


Hay campeones que nacen para ser campeones. Hay campeones que se preparan para ser campeones pero no lo logran. Y hay equipos que se organizan y, en un determinado contexto, terminan siendo campeones. La palabra “campeón” es el dulce que hay en juego. Todos compiten para ser campeones. Sin embargo, pocos creyeron en el Banfield que gestó Julio César Falcioni. Desde abajo, sin nombres rutilantes ni billetera abultada, el Taladro, fecha tras fecha, fue adquiriendo características propias de un verdadero campeón. Nada es imposible, y menos en el ámbito del fútbol, donde suena un silbato y quedan frente a frente 22 jugadores que, en igualdad de condiciones, pugnan por prevalecer dentro de una cancha. Después se podrá discutir si el nivel general se emparejó para arriba o para abajo, pero la realidad irrebatible es que ya no existe la supremacía de Boca y de River. Queda lugar para el resto. ¿La receta para llegar a la cima? Buena administración y seriedad dirigencial, explotación adecuada de los recursos técnicos y tácticos, rendimientos individuales y, fundamentalmente, funcionamiento estructural. Banfield tuvo todo, un poco de cada elemento. Como consecuencia, por primera vez en su historia, dio la vuelta olímpica. Es un justo ganador.

Aunque parezca un concepto redundante, estar en el momento indicado, en los pequeños momentos que hacen a los grandes acontecimientos, marca la diferencia con respecto a los demás. El primer gran mérito de Banfield fue haber estampado presencia en situaciones límite. En cambio, Newell’s se “escondió” cuando tuvo que sacar chapa de campeón. Para contrarrestar el pensamiento de los vehementes, Falcioni sólo necesitó dos refuerzos (tres si se incluye a Roberto Battión, que reemplazó al lesionado Maximiliano Bustos y fue titular en las últimas cinco jornadas) para conformar la base principal: Sebastián Méndez, que actuó poco la temporada pasada en San Lorenzo, y Marcelo Quinteros, quien descendió con San Martín de Tucumán. Los goles de Santiago Silva y de Sebastián Fernández alimentaron la ilusión en ofensiva y, un poco más atrás, la compañía/revelación del colombiano James Rodríguez, producto genuino de una cantera que no para de sacar futbolistas. También la experiencia de Cristian Lucchetti en el arco y de Víctor López en la línea de fondo.

No hay que olvidar que el primer semestre del año lejos estuvo de ser el esperado. Falcioni sustituyó a Jorge Burruchaga en la dirección técnica y al principio los resultados no acompañaron. El punto negro vio la luz con la presencia de la barrabrava en un entrenamiento. En aquella oportunidad, el principal apuntado fue Walter Erviti. No obstante, Pelusa lo respaldó, hizo oídos sordos a los que pedían la exclusión del volante y el tiempo le dio la razón, porque el marplatense se transformó en una de las piezas importantes de la obtención. Además, a Nicolás Bertolo, la figura excluyente del conjunto, lo transfirieron al Palermo de Italia y, así, un argumento importante partía hacia el viejo continente. A todo eso pudo imponerse Banfield. Más allá de haber derrotado a sus rivales, hizo lo propio con la batalla interior.

Las diferencias entre el Taladro y Newell’s se pusieron sobre la mesa en el tramo final del campeonato, donde se cristalizó la fortaleza mental de cada uno. El punto de inflexión quedó marcado con total nitidez: la fecha 16. Banfield, hasta ese momento líder del certamen, cayó en el Florencio Sola frente a Racing y la Lepra, que derrotó a Colón en Santa Fe, se subió a la punta. Increíblemente, los dirigidos por Roberto Sensini cayeron con Arsenal (campaña intrascendente de punta a punta) la semana siguiente en casa y resignaron lo que habían alcanzado siete días atrás. Banfield le ganó a Huracán y quedó mejor parado. Allí se inclinó la balanza. Y el cabezazo de López (en el partido con Tigre, por la jornada 18) fue otro guiño del destino. El elenco de Boquita, a pesar del halago ante un Gimnasia La Plata paupérrimo, no pudo aguantar el peso de la altura en la tabla de posiciones. La confirmación llegó en el choque con San Lorenzo. Un error grosero de Juan Insaurralde, inadmisible en una instancia decisiva, y otro de Juan Quiroga, desarticularon cualquier tipo de reacción, incluso con el aliciente de sumar de a tres para asegurarse una nueva estrella.

La cabeza fría es buena consejera. Banfield supo capitalizar el viento a favor y Newell’s sucumbió y flaqueó cuando jugó con la ventaja de sentirse primero. La dependencia de Joaquín Boghossian terminó siendo contraproducente.

3 comentarios:

  1. Muy buen post. Si bien no es el juego del taladro el tipo que me conmueve creo que han hecho muy bien las cosas y con sus recursos se convirtió en el justo campeón. Merecido el trofeo.
    Saludos!

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  2. Te felicito, esta fue una de las notas más comentadas en http://blogsdetea.com

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