viernes, 7 de agosto de 2009

Maradona no se mancha


“Al fin y al cabo, juzgarlo era fácil, y era fácil condenarlo, pero no resultaba tan fácil olvidar que Maradona venía cometiendo desde hacía años el pecado de ser el mejor…”. Esa enorme frase, escrita por Eduardo Galeano en su libro “El Fútbol a sol y sombra”, es, quizás, una de las verdades más grandes que se han expuesto en torno a Diego Armando Maradona.

Tal cual lo vierte Galeano, el pecado de haber sido el mejor futbolista (y ser, porque nunca habrá uno igual) del plañera tierra le jugó y le juega, muchas veces y en distintas circunstancias, una mala pasada. Se hace difícil sentarse a escribir sobre Maradona porque parece que todo se dijo en algún momento. Por otra parte, para los que creemos ciegamente en su humanidad, es casi una obligación abrir el pecho, sacar el corazón y hablar/escribir con la fluidez del más profundo sentimiento. Diego genera eso. Algo que es inexplicable, abstracto e intangible. Porque la pasión es así; no se puede abrazar pero sí se puede expresar. Y, siempre que hablamos de Diego, la expresión viene en forma de agradecimiento.

Ese pecado, muchas veces traducido por “la contra” en términos desagradables, despectivos y chatos, lo llevó a estar en boca de todo el mundo. Nunca van a faltar los golpes bajos, la cobardía, la mediocridad. Nunca va a faltar aquel que juzgue y condene en un abrir y cerrar de ojos. En el fútbol y en la vida hay muchos que se alimentan de las miserias de los demás. Y Diego, involuntariamente, les dio de comer y, también, se las ingenió para gambetear, con esa zurda prodigiosa y con la lengua afuera, a toda la monada que quiso verlo caer. La forma de devolver gentilezas fue mostrándose en esta versión 2009: entero, lúcido, rápido y en su estado puro, con la marca registrada de cada una de sus declaraciones y en cada uno de sus actos.

Le dirán drogadicto, que tiene hijos por todas partes del mundo, que volvió a consumir y que nunca dejó la joda. Elucubrarán y ejecutarán con el facilismo barato que caracteriza a un porcentaje (importante) del pueblo argentino. Como si los que conceptúan fuesen carmelitas descalzas. Pero, aunque busquen, Maradona tendrá esa grandeza que lo inmortalizó como el mejor futbolista de todos los tiempos para sobreponerse. Cuando esa grandeza supera los límites de una cancha de fútbol, la labor de Diego adquiere un tamaño mucho mayor. Logró dejar a todos sus rivales por el camino, encaró y pasó, pero lo que jamás decidió eludir fueron sus problemas, sus adicciones, su tiempo perdido. Allí nace la transformación. El volver a ser. La resurrección. Reconocer sus “errores” fue lo que lo llevó a este presente auspicioso y lleno de vida.
Como él mismo aceptó en la nota que brindó para el Diario Olé (publicada el día 27/7), ser Maradona no es sencillo. Y, volviendo a la palabra grandeza, esa entrevista fue una nueva demostración de transparencia. Muchos, sobre todo los que hablan porque es gratis, deberían tomar nota de las declaraciones del DT de la Selección, sobre todo cuando habla de su pasado “negro”, como lo describió el propio protagonista. A pesar de todo, no tiene por qué salir a dar explicaciones acerca de lo que hizo o dejó de hacer, en definitiva es su vida privada. No obstante, puso la cara, habló, se arrepintió, hizo autocrítica y no ocultó. Un gesto para destacar y valorar.

Llevar a Diego a la categoría de Dios es un tanto arriesgado. Personalmente no estoy de acuerdo. Maradona es un ser humano de carne y hueso, como cualquiera que camina por la calle, pero con la diferencia que contó con el don de ser superdotado para jugar a la pelota. Con virtudes y defectos, ni más ni menos que cualquier mortal. Sin merecer que nadie lo denigre por un acontecimiento.

De su ciclo como técnico de Argentina poco se puede decir. Las opiniones son válidas y forman parte de la concepción futbolística de cada persona, todo es discutible. Hay que darle tiempo, como a todo aquel que agarra un barco en el medio del mar (revuelto). Es apresurado sacar conclusiones cuando apenas dirigió cuatro partidos oficiales. Paciencia, ya llegará el momento de evaluar en detalle.

Dentro de su alma vuelan sus cualidades siderales. Sus momentos imborrables, el gol a los ingleses, la actualidad y lo que vendrá. Histriónico. Espontáneo, locuaz, sensato. Héroe y villano. La identidad misma del argentino, la representación en el mundo. Único e irrepetible dentro del verde césped. Eso y mucho más implica Diego Armando Maradona.

Pasan los años y Maradona no se mancha…

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