lunes, 27 de junio de 2016

Cuando David venció a Goliat: la hazaña del Hereford a través de su héroe

Richard Stuart George. O Ricky, a secas, como le gusta que lo llamen. Este nombre por sí solo no indica nada. Una imagen actual de su rostro sería inútil para comprender la historia que lo rodea: poco pelo, canas, alguna que otra arruga. En pocos días cumplirá 70 años. De joven fue futbolista, hizo las divisiones inferiores en Tottenham y su carrera se perdió por clubes tan ignotos que mencionarlos se volvería redundante. Hasta que el 5 de febrero de 1972, a casi una década de su debut, su vida cambió por completo: con un gol suyo, Hereford United, un equipo amateur de la Quinta División de Inglaterra, eliminó en tercera ronda de la Copa FA al poderoso Newcastle, de Primera. Aunque el tiempo pasó, aquel partido aún hoy es un emblema en la historia del fútbol inglés. Es el día que David venció a Goliat.

Después de obtener un 2-2 en St James' Park, la casa del Newcastle, se forzó un segundo partido para definir el ganador. La revancha se disputó en Edgar Street, el estadio del Hereford.

Le pregunto a George qué es lo que se le viene a la cabeza al recordar el 5 de febrero de 1972. “Mi primera remembranza es la multitud que había en un estadio tan pequeño. Más de veinte mil personas, algunas colgadas en árboles o en los postes de luz para tener mejor visión del campo de juego. Fue la experiencia más excitante que me tocó vivir”, me responde George desde Barnet, una ciudad al norte de Londres.

A ocho minutos del final del partido, cuando aún persistía el 0-0, un cabezazo adelantó a Newcastle. Apenas el conjunto visitante marcó el gol, Colin Addison, que además de ser mediocampista de Hereford era el entrenador, sacó a un defensor y puso a un delantero: George.

Hereford se repuso: a cinco del cierre, el delantero Ronnie Radford desenfundó un derechazo desde 35 metros y clavó la pelota en el ángulo derecho. El público invadió la cancha y se unió al festejo de los futbolistas. Las imágenes televisivas son un canto al fútbol de barrio, a la pasión en su estado primitivo. “Cuando logramos empatar sentimos que íbamos rumbo a la victoria”, me comenta George. Sin tiempo para más, comenzó el alargue.

Lo que sigue parece sacado de una novela, pero es la génesis de la realidad que cualquier jugador soñó alguna vez. Bueno, George tuvo el privilegio de vivirla en carne propia. Así lo cuenta el héroe del Hereford en su libro One Goal, One Horse.

“Yo estaba parado en la puerta del área penal del Newcastle, orientado hacia la posición de Dudley (Tyler, compañero de equipo). Él condujo la pelota con la zurda directamente hacia mí. Quise amortiguarla pero apareció en el aire, a mi izquierda. Seguí y giré siempre enfocado en el arco. Hice un segundo toque. Bajo mi control, la pelota se movió obedientemente en la dirección correcta. Mi cerebro me decía ´dispará´, rematé con la derecha y cruzó la pierna extendida del capitán Bobby Moncur. Levanté la cabeza para mirar, una vez más, y Ian McFaul (arquero del Newcastle) no estaba cerca. Mi corazón saltó cuando ví que la pelota pegó en el fondo de la red”, escribe George.

Y hay más: “La euforia es inmediata. Tu reacción es espontánea. Para correr, saltar, abrazarse, besarse, reír, llorar y hacer todas esas cosas al mismo tiempo. Yo sabía que había hecho algo muy especial. Todavía siento emoción al ver que el balón fue a la red. Todavía hace que se caigan lágrimas de mis ojos. Segundos después, la multitud se metió en el campo de juego y yo desaparecí entre cientos de niños colegiales”.      

George, el héroe que todos aclamaban, era un humilde empleado de ventas en Adidas. “Todos los jugadores del Hereford teníamos otros trabajos durante el día”, me cuenta George. Me contacté con el músico británico Harry Harris, autor de la canción The Ballad of Ronnie Radford (La Balada de Ronnie Radford), quien aportó un dato pintoresco: “El día después de haberle marcado el gol a Newcastle, Ronnie volvió a colocar el techo en una casa, que era de lo que trabajaba”.

George se agita al rememorar el clima que se vivió en los días posteriores al triunfo: “La emoción no cesó. Tuvimos que jugar ante West Ham por la siguiente ronda. Fui fotografiado por el London Evening Standard junto con Bobby Moore, capitán del West Ham y de Inglaterra en el Mundial de 1966. Empatamos 0-0 de local sólo cuatro días después de vencer a Newcastle. Seis días más tarde jugamos la revancha como visitantes frente a 42 mil personas. Perdimos 3-1 con un triplete de Geoff Hurst. Nunca he conocido tanta excitación. La ciudad de Hereford estuvo en la cúspide permanente, tal es así que más de diez mil hinchas fueron a Londres a ver el partido (contra West Ham). Eso todavía es recordado al día de hoy”.

Una imagen panorámica del Edgar Street muestra una catedral imponente, que años atrás fue testigo de una hazaña indeleble. Hereford nunca perdió la fe. George se despide como si el tiempo no hubiera pasado: “Antes de que se jugara la final de la Copa FA de este año, en Wembley, me entrevistaron en vivo para la televisión sobre lo que ocurrió en 1972. ¡Pasaron 44 años y todavía está en las noticias!”.   

Artículo publicado en la columna de Camilo Francka en TyC Sports, en Blanco y Negro.

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