sábado, 19 de diciembre de 2009

Estudiantes es campeón


No siempre es campeón el que levante la copa. La segunda posición es un puesto de privilegio, mucho más en una competencia en la que participan los mejores equipos del mundo, aunque claro, todos compiten para dar la vuelta olímpica. Sin embargo, a pesar del triunfalismo que impera en las almas nerviosas, el Estudiantes de Alejandro Sabella demostró que será recordado por quienes pueden mirar más allá de un resultado circunstancial. Algunos dirán que después de estar a dos minutos de la gloria no hay consuelo posible; otros valorarán el esfuerzo de un grupo que dio todo ante un oponente superlativo. Por lo visto tras el partido, los hinchas del Pincha eligieron apoyar la digna tarea de su elenco. Y no es para menos.

El Barcelona tiene todo. Va al supermercado y arrasa con las góndolas. Puede sacarte la pelota para manejarla a su antojo, para hacer de ella el centro de las jugadas. Puede extrañar la precisión de sus figuras pero a la vez no alterar la estructura integral. Sabe neutralizar el nerviosismo y, así, desafiar el filo del reloj. Y puede tener a un Lionel Messi capaz de ponerle el pecho a las balas en el momento y en el lugar indicado. Eso lo hace ubicarse varios escalones por encima del resto. No es casualidad que el conjunto Culé haya ganado los seis torneos que disputó a lo largo de la temporada (Liga de Campeones, la Liga española, la Copa del Rey, la Supercopa de Europa, la Supercopa de España y ahora el Mundial de Clubes). Sabella planteó en el pizarrón un partido que los futbolistas supieron desarrollar con total meticulosidad, sobre todo en el primer tiempo.

Estudiantes le robó el balón. Cortó los circuitos del Barcelona en la mitad de la cancha, la zona clave a la hora de gestar el juego. La receta de Pachorra fue presentar batalla en la línea de volantes con la disposición de cinco jugadores. Salió bien. Los dirigidos por Pep Guardiola no le vieron la cara a Damián Albil en ningún momento. Es cierto que el Pincha, antes del gol, sólo inquietó con una llegada de Enzo Pérez. Pero también así es el fútbol. Se trata de ser inteligente para disminuir el rival y, mirando el arco de enfrente, saber por dónde se pueden ubicar los caminos de la red. El cabezazo furibundo de Mauro Boselli resultó el canal indicado para cristalizar la justicia en estado de pureza total. Porque acá, en el mundo de la redonda, sobrevive el que es perspicaz. El pobre puede ponerse a la altura del poderoso. Acá no existen clases sociales, ni cuentas bancarias, ni demostraciones de ostentación. Los contratos multimillonarios mueren en los escritorios; a la cancha entran todos en igualdad de condiciones y las apuestas quedan guardadas en el cajón de las agencias. Por eso este deporte es tan hermoso.

Lo que pasó en la etapa complementaria podía preverse. Guardiola quemó las naves y el Barcelona, con el tanque lleno, se llevó puesto a un Estudiantes que aguantó hasta que pudo. Empujados por Zlatan Ibrahimovic, los Blaugranas empataron en el minuto 88 gracias al viejo postulado que indica que “dos cabezazos en el área son gol”: Gerard Piqué la bajó del cielo y Pedro le puso el moño. La insistencia del rival fue demasiado para el León, que se quedó sin piernas. Ahí se sepultaron las esperanzas. El tiempo suplementario fue una extensión… Y la corona viajó para España. El funcionamiento del Pincha, lógicamente, pasó por defender la ventaja, pero el castillo se derrumbó y no hubo vuelta atrás. La presión del Barcelona, con mayor cuota de amor propio que de recursos técnicos, llegó a asfixiar. No obstante, la asfixia fue exterior, porque después, en el interior, el corazón nunca dejó de latir.

Es saludable para el fútbol argentino que un equipo haya representado al país de tan digna manera. Si los holandeses recuerdan a la selección de 1974 (con Ruud Krol, Johan Neeskens, Johan Cruyff, entre otros) aunque haya perdido la final del Mundial frente a Alemania, salvando las distancias, la gente de Estudiantes guardará a este grupo en la memoria. El Pincha salió campeón. Y salir campeón no sólo significa levantar un trofeo. Salió campeón porque logró imponer su filosofía de juego. Respetar el estilo, a pesar de la derrota, también debe festejarse como un título.

1 comentario:

  1. ¡ ES UN CAMPEON CON MAYUSCULAS ! Claro que lo es,...como Argentina , sentí inmensa tristeza por ese equipo que escaló una montaña con paredes peligrosas y llegó hasta lo más alto de la cima...solo que no pudieron plantar la Bandera Argentina....
    Quizás lo más triste es ver que nuestro compatriota fué el que define el partido , en favor de Barcelona.....
    Pero ésto es un juego, alguien tiene que quedar en 2° lugar, ...
    Excelente nota Cami , se la envío a Martín mi compañero de trabajo , y a Pino se la haré llegar por Sergio. Abrazo:
    Sony

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