miércoles, 2 de septiembre de 2009

Vista privilegiada

Él era el mejor, por lejos. Un libro de fútbol a corazón abierto. Mirar un partido a su lado te enseñaba a valorar este deporte de otra manera (para bien o para mal, depende de cómo lo tomara cada uno). Sus conceptos y sus análisis resultaban precisos, y a fin de cuentas sacabas un sinfín de argumentos en limpio (para bien o para mal, depende de cómo lo tomara cada uno). Incluso, en más de una oportunidad, se lo vio en el entrenamiento de su club explicándole al centrodelantero cómo tenía que definir.

“¿Te das cuenta? Éste pibe no puede jugar ni a la bolita. Yo, en su lugar, la mandaba a guardar…”, le repetía una y otra vez a su “ayudante de campo”. Desde su posición siempre veía al jugador mejor ubicado. Tenía un panorama del campo de juego que era sorprendente, además, si era necesario, le reprochaba al que llevaba la pelota porque en alguna circunstancia no habilitaba al que aparecía libre.

¿Y a los defensores? Los vivía reprobando: “Salí del fondo que habilitas a medio mundo”, gritaba al borde del ataque cardíaco. Y levantaba la mano para indicar que el 9 rival estaba solo. Eso sí: ordenaba a todos y era la voz de mando, pero nunca pudo hacer un gol de cabeza.

Sabía más que el director técnico, hasta sugería los once titulares y los siete suplentes. Y ni que hablar de los cambios para el segundo tiempo. En ese rubro decía que jamás fallaba con el pronóstico. También criticaba las incorporaciones que se hacían y lloraba por los que habían sido vendidos, según su punto de vista en un precio bajo.


Contra los árbitros descargaba toda la furia. Eran el blanco perfecto, la excusa factible cuando las cosas no salían. Si el encargado de impartir justicia sancionaba penal en contra, por más que haya sido clarito, igual no maquillaba su descontento. Una vez me contaron que a la salida del estadio, declaró: “Es una vergüenza lo que nos están haciendo. Está arreglado, viejo”. Lo que a todos nos llamó la atención es que nunca lo expulsaron después de tanta protesta.

“Mete el culo atrás porque te comen las espaldas”, le rezaba al volante central. Su concepción futbolística indicaba que el juego por el medio consistía en recuperar rápido y tocar de primera. Y si eso no ocurría, se lo hacía sentir a los muchachos.

Los que lo vieron aseguran que poseía condiciones que lo catapultaban por sobre el resto. Un fenómeno.

Era el mejor… Lástima que nunca se haya dedicado a jugar al fútbol profesionalmente. Claro, era más fácil observar desde la platea…

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